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Entrevista

Gabriel Janer Manila: "Mi familia me proporcionó mecanismos de autodefensa y de resistencia crítica"

"Se siguen heredando las heridas de la contienda porque nadie ha reconocido que se actuó mal"

G. Janer Manila (Algaida, 1940), en los jardines de este periódico.

-Ha nevat sobre Yesterday no son unas memorias al uso. ¿Qué buscaba narrar con este libro?

-Mi idea era partir de mis recuerdos, mi memoria, informaciones o historias de otras personas para construir una especie de representación de un tiempo, de un ayer que naturalmente es un ayer creado. Un ayer ficcionalizado donde todo lo que sale ha formado parte de mi realidad. Esta realidad es una realidad ficcionalizada, es literatura, y la literatura, por sí misma, es una mentira pese a ser a la vez una manera de hablar de la realidad.

-¿Cómo ha sido la gestación del proyecto?

-He estado diez años haciendo este libro. Iba recopilando información, hacía fichas, las ordenaba para después desordenarlas. Lo que buscaba era que cada lector se fuera construyendo este mundo que yo intento crear. Un mundo que voy construyendo a partir de fragmentos. A pesar de esa fragmentariedad, toda la estructura está muy pensada y controlada.

-El título evoca una canción de Paul McCartney. ¿Por qué?

-Es un tema que me ponía cuando escribía este libro. Para mí es una gran canción y representa mi tiempo. Un tiempo sobre el que ha nevado en el sentido de que podido distanciarme de él para poder verlo desde otro punto de vista.

-El libro acaba en 1965, a las puertas del cambio. Ahora también vivimos un momento de cambio. ¿Es consciente de que el lector igual ve algún paralelismo?

-Sí. Y lo escribí con toda esa intención. Ese cambio lo esperábamos, lo deseábamos, lo necesitábamos desesperadamente. Cada pequeña victoria simple nos daba para hacer una fiesta. En este libro, está sobre todo la historia de un mundo donde hay tres personas, que somos mis padres y yo, que buscan huir de la oscuridad. Mis padres lo pasaron muy mal con la guerra y la posguerra. Relato cómo una pareja de vencidos y derrotados y un hijo que cada día toma conciencia por detalles que forma parte de esos vencidos luchan por escapar de la oscuridad de la época. También he querido explicar cómo era el mundo al que llegué. He querido explicar la miseria humana del mundo donde vivíamos. Cuanto más tiempo pasa, más miserable lo veo. Mucha gente que nos educó habían sido criminales de guerra. Gente que había hecho listas en las que señalaban a determinadas personas para que fueran asesinadas. Por entonces no sabía que algunas de las personas que habían formado parte de mi educación sentimental y moral habían sido criminales de guerra.

-¿Se ha perdido toda esa memoria?

-Hay cosas que no. Las heridas se han heredado, yo las tengo. Y mis hijos también han heredado algunas porque nadie ha reconocido lo mal que se hicieron las cosas y tampoco han pedido ayuda para olvidar. Tengo una tía mía, que vivía con nosotros, la tía Antonina, a quien le mataron el marido. Ella estaba muy enamorada de él. Yo tengo los huesos de esta mujer en una tumba familiar. Y querría recuperar los huesos de su marido y ponerlos con los de ella simplemente por cuestiones afectivas. Cuando abran la fosa de Porreres los buscaré.

-En estas páginas estampa también su memoria intelectual.

-Tuve que construirme solo. Mis padres tenía una tienda, una mercería, y yo era hijo único en ese momento y no sabían qué tenían que hacer conmigo. Mi padre sabía que aquella tienda no daba para dos familias y que en cuanto yo creciera iba a necesitar otra salida. Cerca de casa había dos jóvenes que habían estudiado magisterio. Y mis padres vieron que estudiar para maestro era lo más sencillo, porque al ser en Mallorca no iba a salir tan caro. Y estudié para maestro. Después fui a estudiar a la universidad a base de esfuerzos y de pelearme con la vida.

-También habla de sus primeras lecturas.

-Sí, de la librería Lazarillo, que tenía un piso al que llamaban el infierno, que estaba justo encima del bar Bosch. El infierno estaba en el segundo piso, pero en el primero, la sede de la vieja guardia de la falange. Imagínate. Empecé entonces a leer cosas de Sudamérica, de la editorial Losada, el Romancero Gitano... Recuerdo que leer Platero y yo era un acto subversivo. Cuando le dieron el Nobel a Juan Ramon Jiménez los diarios locales de entonces lo publicaron en una nota muy pequeña. Después de leer ese libro, te preguntabas cómo era posible que ese hombre estuviera en el exilio. Había mucha desinformación y confusión.

-Camus sale con bastante frecuencia en Ha nevat sobre Yesterday.

-Es que me ha fascinado siempre. Hay una frase de Camus que mucha gente aún no ha entendido: "Si yo sé que las bombas de la Revolución han de matar a mi madre, yo no estoy con la Revolución". Lo dijo en el discurso del Nobel. Camus me marcó mucho.

- Y parece que el cine.

-Sí, para mí fue muy importante. Y aún lo será más. Porque ahora preparo una segunda parte del libro.

-Este libro está en la línea de la literatura de la memoria de José Carlos Llop y Carme Riera.

-Sí, pero es diferente en tanto que Riera y Llop provienen de dos mundos totalmente distintos al mío. Y por tanto no podemos contar lo mismo aunque hablemos del mismo tiempo. Me gustan sus libros y los aprecio, pero no es mi mundo. Esta dureza y pobreza tan crudas, que te hacen vivir la posguerra con más drama, no están en sus libros, en ellos sale otra realidad social, y está muy bien que la hayan explicado.

-Hasta el paisaje de Algaida pesa en este libro.

-Sí. Pesa el paisaje y la leyenda del paisaje. Aquello que te han contado que ha pasado sobre ese paisaje. Y después el drama de los colegios. Como yo vengo del mundo de la enseñanza y la pedagogía, he insistido mucho en los aspectos educativos en el libro. Me he recreado especialmente en ese mundo. A nuestra casa, donde teníamos una mercería, venían muchos representantes. Y casi todos ellos eran maestros depurados, expulsados del cuerpo de magisterio por ser rojos. Mi madre hablaba mucho con ellos y yo los escuchaba.

-¿Les robaron la dignidad?

-Sí, totalmente. Sobre todo en los primeros años de postguerra. Fueron tiempos indignos. Y he visto sufrir mucho. He visto mucho dolor como consecuencia de la guerra. Además de la gente asesinada, se hacían campañas de difamación de esas personas asesinadas. No bastaba con ver el dolor por una muerte sino que encima sus familiares se tenían que esconder, no podían llevar luto por sus muertos.

-Cuando llegó el cambio, ¿se produjo un posterior desencanto?

-Aquí aún no sale, será en la segunda parte.

-¿Y ahora? ¿Ve ilusión?

-Somos inocentes e ingenuos, no perdemos nunca la ilusión. Estamos en unos tiempos muy difíciles, duros e injustos. A mí me provocan mucha impotencia.

-¿Qué le debe a sus padres?

-Muchas cosas, pero sobre todo me proporcionaron recursos de autodefensa y mecanismos de resistencia crítica.

-¿Cuáles?

-El coraje a pesar del miedo, porque miedo pasamos mucho. El miedo era consustancial a nuestra vida. Mi padre era una persona que casi sin que te dieras cuenta te hacía una crítica del mundo en el que vivía. Y la hacía medio riendo. Mi madre era más dura, estaba muy herida por la vida. Por eso, resalto los momentos en que ellos estaban felices. Esos momentos felices se los ganaban a pulso.

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