Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

La quimera de Eurovisión

"Preferiría que esta canción no existiera". Son las palabras de Jamala, la ucraniana vencedora en Eurovisión 2016. Ganó la propuesta comprometida, la que tenía un mensaje, la que recordaba la deportación de los tártaros de Crimea en 1944 ordenada por la Unión Soviética de Stalin, la que hablaba del sufrimiento de su bisabuela tras exiliarse en Asia. No era una canción fácil ni será popular. Rusia intentó censurarla por su contenido político. Y al final 1944 -así se titula el tema ucraniano- acabó triunfando.

El festival no defraudó. Fue una fiesta, un espectáculo audiovisual de principio a fin. Pero también se recordará como el Eurovisión más político de los últimos años. Homenajes a los refugiados, Armenia sancionada por mostrar una bandera prohibida o una batalla final a pantalla partida que dio la victoria a Ucrania sobre la favorita Rusia. ¿Irónico, no creen? En ese espejismo de Eurovisión, todo es bonito. Y, al menos por un día, todos los países son amigos. No como en la vida real.

Todo es bonito menos la actuación de España, que bordó otro fiasco -y merecido- en el marcador. Resulta sorprendente que TVE, una de las televisiones que más dinero paga para estar en el certamen, no sea capaz de esforzarse en la puesta en escena de su canción. Y así un año tras otro hasta que se den cuenta de que para ganar hace falta llevar a artistas de verdad.

Compartir el artículo

stats