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Entrevista

Carlos Forteza: "Vengo sin filias ni fobias, estoy virgen en este sentido y perseguiré un sello de calidad y excelencia"

El director gerente Carlos Forteza, ayer en la Sala Gran del Teatre Principal durante un ensayo.

¿Por qué concurrió?

—Creí que había llegado el momento personal. Estuve demasiado tiempo como espectador crítico de lo que pasaba en la isla y considero que he ido acumulado una experiencia desde el teatro público institucional que intentaré adaptar al Principal.

Como espectador crítico, ¿hubo algo del Principal que le llevara hasta la pataleta?

—Todo lo que ha salido de vetos, favoritismos e injerencias es un poco inconcebible. Yo vengo sin filias ni fobias, estoy virgen en este sentido y mi obligación es detectar el talento emergente que hay en la isla. El Principal perseguirá un sello de calidad y excelencia.

¿Con qué fin modificará los estatutos de la Fundació?

—Hay que establecer de un modo claro la misión, objetivos de la casa, criterios de gobernanza, cuáles son las áreas básicas que va a tener el teatro... Cosas muy sencillas pero necesarias. Cuento con el apoyo de todo el Patronato. Los estatutos han quedado antiguos, solo hablan de teatro, nada de nuevos lenguajes.

¿Cúales son sus principales virtudes para alcanzar sus metas?

—La primera, la experiencia. Vengo de la empresa privada y mi primera vinculación con lo público fue en el Consorcio para la promoción de la música, en A Coruña. A nivel estatal me siento afortuando al haber estado en una atalaya como es el INAEM, donde trabajan 1.500 personas y del que dependen 13 centros generadores de cultura. También he sido un espectador profesional: he visto mucho y de mucha calidad. He desarrollado un criterio que puede facilitar dibujar una programación lo más completa, escuchando y teniendo en cuenta los gustos plurales de los ciudadanos. Donde no hay que caer es en una programación que sea el reflejo de la idiosincracia estética de su director. Sería irresponsable.

¿Cuenta con el apoyo de los trabajadores del Principal?

—Cualquier cambio de equipo en un teatro es traumático. El trabajo en un teatro es muy intenso. Me consta que Rafel Creus ha tenido que hacer malabares para ser director insular de Cultura y director en funciones del Principal, pero no haber tenido una cabeza tan visible crea desánimo entre los trabajadores. Aquí ha habido despidos, en un número muy importante, que han generado una serie de carencias en áreas fundamentales. Yo no tengo una varita mágica para arreglarlo todo, si no cuento con los trabajadores mal me va a ir. Necesito su experiencia, complicidad y que se crean lo que voy a hacer.

¿Qué le han respondido?

—He visto que tienen ganas de ilusionarse de nuevo y subirse al carro. En cualquier trabajo, y sobre todo en un teatro, la tensión es sumamente improductiva.

Hasta ahora ha habido tensión.

—Totalmente. Creo que hay cierta desorganización en las funciones y responsabilidades, el organigrama se puede mejorar y hay áreas que tienen carencias significativas: el área técnica, el de atención al público, la gestión del público, de comunicación, de cómo nos dirigimos a ellos...

¿Por qué recortará la ópera?

—Hay que hacer un replanteamiento de la Temporada. El peso tan importante que tiene la ópera en el presupuesto no tiene sentido. Somos un teatro generalista, mixto, es decir, hacemos músicas actuales, danza, teatro y también ópera. A la hora de repartir y estructurar una programación, el 70% de la inversión no se puede ir a la ópera. No es justo. El teatro debe ser un reflejo de la pluralidad de gustos de los ciudadanos. Y creo que ahora mismo hay una demanda de nuevos lenguajes y formatos que hay que cubrir. La ópera es muy cara y no hay ningún teatro de ópera en el mundo que sea autosostenible.

¿No tiene la sensación de que se programa siempre lo mismo?

—Hay que ampliar repertorio. Hay títulos que han estado hasta seis veces de forma muy repetida. Y hay títulos de repertorio fundamentales que nunca se han programado.

Habrá quien no entienda que vaya a recortar en lo que precisamente llena el teatro.

—Las óperas no siempre llenan pero sí que tienen un respaldo de público muy importante. Yo pediría un poco de confianza. No habrá ningún recorte drástico pero nos replantearemos si necesitamos una temporada con cinco títulos.

¿La danza contemporánea seguirá ninguneada?

—Danza habrá, contemporánea y clásica, y espero que mucha. Lo que sí puedo avanzar es que la Temporada de Ballet no creo que sea necesaria. No tiene sentido gastarse en grandes producciones de ballet, como se hacía hasta ahora, cantidades tan importantes como 100.000 euros, que nacían y morían en el teatro. Sin un plan de viabilidad ni explotación y con compañías que eran elegidas de un modo muy discrecional.

¿La Sala Petita es rentable?

—No tengo números. Lo que sí quiero es dotarla de personalidad y línea programática propia. Es idónea para la exhibición de nuevos lenguajes, para la innovación, vanguardia y experimentación.

¿Cambiará el modelo de las producciones?

—Sí. La producción de gran formato que nace y muere en el teatro, sin planificación, el Principal no se la puede permitir, por responsabilidad institucional. Si queremos favorecer el tejido artístico balear tenemos que concebir producciones teniendo en cuenta periodos mucho más largos de exhibición, con un recorrido visible por teatros de la isla y también por el resto del Estado.

¿Cómo se integrará en la red de teatros públicos del Estado?

—Antes que concebir la producción hay que asegurarse que vaya a tener un recorrido. Si queremos interesar a Tàrrega, el Lliure, el Grec, el Central de Sevilla o el Teatro del Barrio de Madrid hay que ofrecer productos muy buenos. Pero son tipos de producción que no podemos plantear antes de 2017. No da tiempo. Lo que sí podemos plantear de forma inmediata es la coproducción. En junio haremos una convocatoria pública para la selección de dos coproducciones: uno basado en el texto y el otro, de nuevos lenguajes. Y se programarían en la Petita en el último cuatrimestre. Hay muchas formas de participar en una coproducción. Quiero empezar a sentarme con los responsables de los auditorios municipales para ver cómo podemos trabajar juntos.

Sus antecesores siempre iniciaron su mandato con el deseo de convertir al Principal en el centro de referencia escénica de Mallorca. ¿Lo lograron?

—Queda un camino por recorrer. Es el teatro hegemónico, pero no sé si el de referencia de Mallorca. No ocupamos el lugar que deberíamos ocupar en la red de teatros del resto del Estado.

Los despidos de Moner han supuesto un coste de más de medio millón de euros. ¿Cómo calificaría su gestión?

—Lo que sí se nota en la casa es que han creado una serie de carencias estructurales. Espero contar con todo el apoyo del Patronato, donde están representados todos los partidos políticos, a la hora de hacer un teatro gestionado con criterios profesionales. Eso requerirá cubrir esas áreas que han quedado un poco desprotegidas. La amortización de tantos puestos de trabajo no ha ayudado nada. La plantilla es muy ajustada.

¿Le preocupa más el tiempo, para desarrollar su proyecto, o el dinero?

—Me preocupa más el tiempo. No somos el Liceu ni el Real pero en estos tiempos yo soy feliz conduciendo un utilitario y no un Ferrari. Quiero sentar las bases para crear un teatro independiente gestionado con criterios profesionales.

¿La injerencia política en el Principal es un mal endémico?

—Las injerencias no son buenas. Si aquí han existido amiguismos y favoritismos, que lo desconozco al detalle, se ha hecho un flaco favor de prestigio a este teatro.

¿Que el apellido Corbacho haya tenido tanto protagonismo es señal de amiguismo?

—El teatro debe ampliar las miras. Existe el peligro de quedarse en un flujo muy endogámico de lo local que a medio y a largo plazo desde luego no hace un favor a la institución y la desprestigia.

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