­Autoversionarse en un hermoso e inmoderado ejercicio. Cuanto más inmoderado, mejor. Un capricho sonoro envuelto en el brillo del celofán. Un laboratorio preciosista y profundo el que apuntaló L. A. en Bellver. La química del domingo: los efectos, bases y demás extravagancias sonoras de Dimas Frías. La materia prima de la mezcla: las melodías y la voz de Luis A. Segura, anteayer níquel puro. Los punteos de guitarra de Pep Mulet, oxígeno y nitrógeno. Lo agitas todo y te salen temas que otrora militaban en el rock y que ahora suenan sugerentes, magnéticos, incluso atmosféricos, tres adjetivos que jamás habría adjudicado a la banda. Y eso es bueno. Muy bueno.

El punto de partida de este set semiacústico era darle una vuelta de tuerca a las canciones de Luis y dar un paso más a sus crudos y al tiempo dulces nakeds. El nexo de unión del relato cosido en el patio de armas del castillo, con más de 500 almas con la emoción contenida, era el océano (de ahí Ocean Tour). Los altavoces escupían sonidos de olas y cantos de ballenas camuflados en los azulados de las luces. Una invitación a sumergirnos en un mar de reflexiones sobre el paso del tiempo, los viajes, la amistad, el amor, el desamor o la cotidianidad. El preludio de todas estas historias, en voz del juglar Segura, fue Living by the Ocean, con bases electrónicas y arreglos minimalistas. Le siguió In America, que colmó el espacio y evidenció que el sonido expulsado era inflamable, en cualquier momento iba a romper en llamas. Over and over, qué distinta a la original. Y mejorada. O Pictures on the Wall, una bombonera de efectos hipnóticos y sugerentes. Para mí estuvieron menos conseguidas las adaptaciones de Oh, Why? o Mirrorball, quizá por su rotundidad y menor porosidad compositiva.

El ecuador del show lo resuelve Luis en soledad, tal como se fogueó en el Bluesville, local que cerró sus puertas en 2014 y al que evocó durante la actuación como su cuna y escuela. "Tocar en casa es especial. Y hoy lo hacemos en el corazón de L. A.", concede el músico, mientras puntea los acordes de Close to You. La segunda parte del concierto es una oda a los orígenes del artista y un destilado de azúcar. La prueba: Elizabeth o una versión propia del Let it Ride de Ryan Adams.

En el último capítulo de este cuento marino se curran un Stop the clocks a lo Elton John la mar de peculiar; un Love comes Around con intercambio de roles (Luis a la batería y Dimas a la acústica) o un Older puesto del revés, con unas bases beat encajadas como un guante.

Lo que más destacaría de este concierto especial es a Dimas, Dimas y Dimas. El concepto que hilvana pero no ciñe ni ahoga el show. Y la osadía de meterse en un laboratorio distinto e ignoto a experimentar. No me cabe duda de que esta gira semi-acústica-electrónica influirá directamente en las posibilidades sonoras del próximo material de Luis, quien nunca da puntada sin hilo.