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A tiro

Sin proyecto

¿En Mallorca festivales de música? ¿En Mallorca grandes conciertos? Es la primera noticia que tengo. Desde luego, no estáis en el circuito". Marc Ventosa, el director de contratación de Last Tour, la promotora de grandes eventos como el Bilbao BBK, BIME o Azkena Rock, y ex cara visible en Sinnamon y en la promotora de conciertos de la barcelonesa sala Razzmatazz, nos pone frente al erial que en realidad somos. Frente a nuestra propia insignificancia. Ni hay escena propia (sí bastantes proyectos individuales interesantes, pero sin cohesión global y con un predominio de las pequeñas alianzas) y mucho menos pertenecemos a otra. Estas palabras de uno de los promotores más importantes a nivel nacional se produjo hace dos sábados en una mesa redonda celebrada en Rata Corner sobre la posibilidad o no de celebrar en la isla un gran festival musical a la altura del SOS Murcia (el ejemplo salió en la charla) y acerca del brote de pequeños fests en un momento en que la oferta empieza a ser superior a la demanda y amenaza con dibujarse un panorama insostenible. La mayoría de conclusiones sobre las fallas del sistema apuntaron al mismo lugar: la falta de un proyecto cultural común e integral que pueda atraer a más público. Ventosa vio claro que en Mallorca -por clima, turismo, aeropuerto y servicios- podría funcionar un gran festival: "Pero empezad pequeños, el Primavera Sound arrancó en salas como el Nitsa y luego pasó al Pueblo Español; hacedlo en un lugar bonito y trabajad bien la marca, la personalidad del evento, el proyecto, qué relato queréis articular con ese festival", recomendó. Además de los objetivos propios del evento, todos los ponentes de la mesa convinieron en que deberían establecerse alianzas con el resto de sectores culturales de la ciudad, unas alianzas que tanto deberían reforzar al festival en sí, con buenas exposiciones o una buena red de librerías que llamaran la atención de más público, como responder al proyecto cultural integral de la comunidad balear que todavía nadie ha liderado. Sin ese proyecto, la cultura en Mallorca siempre está a punto de no existir. Cada pequeña acción es una heroicidad aislada que se pierde como lágrimas en la lluvia. Sin ese proyecto, los artistas serán por tiempos inmemoriales los últimos mohicanos. Y pienso que ya toca salir de esa concepción romántica y bohemia del creador, siempre en precario, que en el fondo no denota más que falta de proyecto (el sector es corresponsable) y apoyo real a la cultura, un área que no encaja en las políticas oficiales. Tampoco de izquierdas.

Empieza a haber una tímida colaboración entre el Govern -vía IEB- y el Consell. Se están marcando líneas de trabajo, pero el departamento de Intervención va a volver a ser el talón de Aquiles de la institución insular. Ejemplo: vuelven los problemas con el Circuit d´Arts Escèniques (CAEM). Si el Consell permite que Intervención le paralice la Cultura, sólo le queda una salida, promesa en labios de los políticos del PSOE: la creación de un Institut d´Indústries Culturals, con más autonomía burocrática, como el Institut d´Afers Socials o el Hípic. Si no se consigue tal cosa, el IEB podría volver a convertirse en la madre de la actividad cultural, como en la anterior legislatura con el PP. En Cultura, todos temen un cambio lampedusiano: "Cambiarlo todo para que nada cambie".

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