El periodista Jordi Bayona presentó anoche en el Centre de Cultura Sa Nostra Mallorca 17. El siglo del Dragón del capitán Coch, su tercera novela que tiene que ver con la historia del Drac de na Coca, pero con una "versión para adultos que en la televisión solo se podría programar las madrugadas del sábado". El autor hizo un pequeño avance: "El dragón no es un animal terrorífico, sino un soldado del Tercio de Dragones acosado sexualmente por un militar de alta graduación, Coch, que en secreto se traviste de mujer".

No fue una presentación al uso. El formato de teatro de barra se coló en la presentación ya que una supuesta secretaria del escritor francés Michel Houellebecq asistió al acto y ya tuvieron la fiesta montada.

La novela, que se desarrolla con todos los recursos clásicos del folleto histórico, arranca con la peste de 1652 pero el autor ya advirtió de que la epidemia más grave fue, "y todavía lo es hoy en día", la corrupción. Así, Bayona retrata a lo largo de 306 páginas la turbulenta y sanguinaria Palma de 1600. No es un historia de aventuras, pero atrapa al lector desde la primera página y los detalles están cuidados hasta el más mínimo detalle. Las luchas intestinas de la nobleza, la corrupción, el sexo, los abusos de poder y las crueles sentencias de la Inquisición componen el mosaico de un sombrío período de la historia de Mallorca, con referencias que se han perpetuado hasta hoy mismo.

"La novela se desarrolla en la geografía de la más intensa corrupción en todas direcciones", destacó. "El argumento parece el de una novela de 2016. Me ha sorprendido encontrar en 1600 amnistías fiscales para que los nobles pagaran menos. Se defraudaba por sistema y si uno era descubierto, se debía eliminar al descubridor", relató. Y otra coincidencia con la actualidad es que hace 400 años la propia sociedad cerraba los ojos y la boca ante el crimen y la corrupción.

Mallorca 17 no es una novela histórica. "No soy historiador pero sí respeta la historia". "Dar cuatro pinceladas de los principales relatos históricos no ha sido una tarea demasiado compleja, ha sido más difícil retratar la vida cotidiana de la gente", confesó. Aportó anécdotas. En un momento de la novela, el héroe, el capitán Vallespir, se ve obligado a investigar una situación en una casa oscura y en el momento de describir cómo encendía el candelabro, no supo cómo podía hacerlo porque las cerillas no se inventaron hasta el siglo XIX. A la hora de describir una gran cena también dudó si podía poner el gató de postre. Investigando supo que este dulce de origen francés se introdujo en la segunda parte del siglo XVII.

Pintar Palma

"Lo que sí ha sido impresionante a la hora de pintar la Palma de aquellos tiempos es que a pesar de todas las barbaridades a las que ha sido sometida, la ciudad guarda la mayor parte de la trama urbana", contó Bayona. "En gran medida, los vecinos de 1600 paseaban por las mismas calles que los del siglo XXI". Así recordó que "si hoy en día construyésemos las murallas sobre el asfalto de las Avenidas, demoliésemos unos cuantos edificios horrorosos de los años 60 y 70, parcelásemos la Plaça Major, reconstruyésemos el convento de Sant Domingo y en el puerto dejásemos el muelle de la Riba tendríamos un paisaje urbano muy similar a la ciudad del siglo XVII, aquella que minuciosamente retrató Antoni Garau en su plano de la Ciutat de Mallorca de 1644". "Vivir esta conexión entre el pasado y el presente es muy emocionante. En tiempos actuales de menosprecios, disfrutar de un patrimonio como la ciudad antigua como la que tenemos es un lujo que pocos países se pueden permitir", alabó.