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Entrevista

Josep Maria Pou: "El mundo se puede salvar si practicamos más la duda"

"Todos podríamos ser Sócrates porque podemos buscar la verdad haciéndonos preguntas"

El actor Josep Maria Pou (Mollet del Vallès, Barcelona, 1944) es Sócrates.

-Después de decenas de representaciones, ¿cuál piensa que es la vigencia de Sócrates?

-Es de absoluta actualidad. El mejor ejemplo es la larga vida de este espectáculo, que fue creado por encargo para el Festival de Mérida y para representarse después en el Grec de Barcelona. La recepción del público fue de tal magnitud que la gira del montaje cumplirá un año.

-¿Cómo se aborda el personaje de Sócrates?

-No se trata de un espectáculo de arqueología en torno a la figura de un filósofo, sino que se centra en la figura del hombre. Se le da una pista al espectador desde el subtítulo, Juicio y muerte de un ciudadano. En la obra se narra lo que le sucedió a un ciudadano miembro de Atenas, la primera democracia que existió. Una democracia que ya dependía, como ahora, de las manos en que caía. Sócrates padeció la perversión de la democracia, una democracia mal entendida. Sócrates fue víctima de las malas prácticas supuestamente democráticas.

-Entonces, ¿somos todos Sócrates?

-(Risas) No sé si tanto. Ojalá todos tuviéramos su clarividencia y capacidad de razonamiento y pensamiento. Todos podríamos ser Sócrates porque podemos aspirar a la búsqueda de la verdad, que es lo que él buscaba y repetía siempre. La gente le decía, “eres un genio, un maestro”, y él siempre respondía: “Soy un hombre que busca la verdad y por eso he de preguntar por qué. Sólo haciendo muchas preguntas puedes llegar al fondo de la cuestión”. Eso sí podemos hacerlo. Ahora me vienen a la cabeza las imágenes del fragmento de la entrevista y las preguntas que le hacen al primer ministro de Islandia y éste se descompone cuando le preguntan por Los papeles de Panamá.

-¿Sócrates invitaba a hacer algo muy subversivo?

-Sí. Invitaba a la gente a pensar por sí misma y que no se quedara únicamente con lo oficial. Sócrates fue acusado de corromper a la juventud porque invitaba a ésta a tener ideas contrarias a las oficiales. Entonces le organizaron un juicio para hacerle callar, porque estaba molestando al poder. El juicio a Sócrates fue en realidad un juicio contra la libertad de expresión.

-¿Necesitamos más Sócrates en estos momentos?

-Estamos pasando un momento de mucha incertidumbre en nuestra democracia y quizá necesitamos figuras de un gran calado filosófico, moral y ético. Pienso que hay personas así, pero están retiradas en sus cuarteles de invierno y no están demasiado en primer plano. Y quizá no es el momento de estarlo. Hay grandes pensadores que podrían ayudar a la sociedad pero no sé si por un exceso de prudencia o porque la gente se te tira encima en seguida que dices algo diferente que no están excesivamente activos en el espacio público. Pero pienso que podemos encontrar a Sócrates en todos aquellos que de manera anónima colaboran a abrir los ojos a la sociedad. Por ejemplo, pequeñas asociaciones, ONGs o voluntarios. En ellos hay mucho pensamiento socrático.

-¿No es significativo que quieran sacar la Filosofía de los planes de estudio?

-Es muy grave. Los filósofos están arrinconados. Parece que pensar no sirve para nada, y creo que es muy importante enseñar a pensar. Que un Gobierno no se plantee esto es un signo más de los tiempos. Espectáculos como Sócrates es dar un poco de esperanza al pensamiento y una invitación a hacernos preguntas.

-¿Con qué momento de la obra se queda?

-Hay un momento, al final, que es muy emotivo. Es cuando Sócrates decide morir. Era una práctica habitual en el 590 a. C. que los condenados a muerte pudieran comprar a funcionarios para escaparse. Sabías que probablemente no morirías si los corrompías. Pues la familia de Sócrates incluso tenía el dinero preparado para evitar su condena pero él, como hombre coherente, dijo que en base a unas leyes de la democracia debía ser consecuente y morir, y que si no lo hacía estaría traicionando la democracia. Esta actitud no existe hoy en día.

-¿Se refiere a que hay mucho profesional de la res pública incapaz de inmolarse políticamente?

-Exacto. No es sólo que los políticos no tengan ninguna capacidad para inmolarse, para dimitir, sino que han desarrollado un gran talento para engancharse a la silla.

-¿Podemos tiene algo de Sócrates?

-Podría decirse que, de entrada, cualquiera que alce la voz y llame a la gente a desenmascarar la corrupción tiene algo de Sócrates.

-De los tres partidos a punto de formar Gobierno, ¿cuál ve más socrático?

-No te lo sabría decir. Los tres líderes creo que a priori defienden la libertad de pensamiento. Pero una cosa es lo que está en el ideario y otra ver lo que ponen en práctica. De todos modos, pienso que las nuevas generaciones de políticos están claramente en defensa de la libertad de expresión, de la transparencia, etc. Creo en esa nueva generación de políticos y que es necesaria una regeneración política del país. Hemos llegado a un momento en que faltan caras, ideas y prácticas nuevas.

-¿Desde dónde hay que interpretar a Sócrates?

-Sócrates era muy sencillo y accesible. Estaba muy alejado de la profundidad y gravedad que se le otorga a la figura del filósofo. Cuando preparaba el personaje, yo no sabía cómo era. No tenían ningún referente en mente. Después de documentarme, supe que cada día salía de casa a las 6 de la mañana. Caminaba descalzo por Atenas y vestía túnicas pobres. Él no cobraba por ninguna de sus charlas. Los filósofos de las Academias, en cambio, cobraban millones. Él se sentaba en la plaza y empezaba a discutir con el grupo de gente que le escuchara. Su actitud era siempre la de querer saber más y tenía mucho sentido del humor e ironía. También era vehemente. Tenía un punto del Max Estrella de Valle-Inclán.

-¿La duda es el gran enemigo del poder?

-Sí. La duda y ponerlo en cuestión todo son los grandes enemigos de los poderosos. No recuerdo exactamente lo que decía el poema de Bertolt Brecht, pero venía a decir que el mundo se puede salvar si practicamos la duda. Pienso igual.

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