Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Arte

Guillem Nadal vuelve sobre sus pasos

El artista pone en diálogo obra de los noventa que permanecía inédita en su taller con piezas nuevas - "Al final te das cuenta de que siempre hablas de las mismas cosas", confiesa en el Solleric

Guillem Nadal, ayer, en el Casal Solleric, durante el montaje de su exposición. guillem bosch

Guillem Nadal se ha enfrentado a sí mismo revolviendo en el taller. El camino ha sido de ida y vuelta. En primer lugar, ha regresado sobre piezas antiguas inacabadas y, en segundo, ha creado nuevas a partir del estímulo de echar la vista atrás. Al artista no le gusta hablar de retrospectiva, porque de hecho no lo es, es un proyecto nuevo en el que se rastrean algunas de las claves de su obra con el fuego como hilo conductor. El fuego como fuerza creadora o la Naturaleza como madre proveedora de energía.

Desde la planta noble del Casal Solleric, donde inaugura el próximo día 7 a las 19 horas, confiesa que después de revisar las piezas y maquetas custodiadas en su estudio ha podido comprobar que lleva 20 años empleando las mismas técnicas, entre ellas el fuego, elemento primitivo y mágico que evoca culturas ancestrales. De hecho, las explicaciones que el propio Nadal va desgranando salen en parte de un cuaderno que porta en la mano, un bloc en el que iba tomando forma este proyecto, La mirada del foc, que ha contado con la colaboración de la galería Pelaires.

En la exposición, que padeció un importante retraso durante la pasada legislatura, es posible encontrar obras que el artista empezó a ejecutar en los noventa, piezas que estaban en proceso -que fueron descartadas en su momento "y que muchas veces acaban siendo las mejores"- y que ahora ha dado por terminadas. Muchas de ellas son inéditas y están en diálogo con otras de nuevo cuño y que han surgido a tenor de la energía de esta búsqueda y confrontación consigo mismo. "Al final, me he dado cuenta de que he estado dando vueltas a los mismos temas y que me encuentro en el mismo punto", concede.

Una instalación de cerca de doce metros de largo ocupa la sala magna del recorrido. "La maqueta es de 2010 y ahora la he trasladado y realizado ex professo para este espacio", explica. Sobre un lecho de ramas de ullastre quemadas -provienen de un incendio real que tuvo lugar en Xorrigo-, yace un bastidor blanco que evoca una puerta. "Es como la entrada al bosque. Esta forma rectangular, arquitectónica, me remitía también a Las puertas de la percepción de Huxley. Me interesaba jugar con la percepción", señala. Sin duda, la obra invoca el binomio vida/muerte.

De su indagación en la Naturaleza, fruto de horas de observación y contemplación, brotan numerosas piezas de la exposición. Por ejemplo, dos telas negras, tejidas por un grupo de bordadores en Tailandia. Son obras de la serie Caos, aquella en la que Nadal trataba de emular la fuerza de la Naturaleza y su capacidad de reproducción y expansión. Raíces, tallos y ramas que crecen sobre telas y papeles conformando piezas a las que tratamos de buscarle un sistema de ordenación. En este mismo sentido, puede situarse un gran lienzo en blanco -titulado Código- fragmentado en dos, concebido a la manera en que Pollock usaba los fractales.

Un ejemplo de diálogo entre obras del pasado y del presente es una instalación realizada a partir de ramas de ullastre con una figura antropomórfica en la parte superior. A ellas, le contrapone una rama mayor, de 2015, proyectada durante doce horas en distintos dibujos. "Es la constatación del inexorable paso del tiempo", comenta Nadal.

La técnica del fuego (muy mironiana en la última etapa) se hace muy presente en la segunda parte de la exposición, iniciada por unos papeles de este año donde queda representado el cráneo humano. "Es como un juego de espejos", sostiene el artista, que ha sabido imprimir a estos dibujos la sensación de obra en proceso, como si se tratara de bocetos que le recuerdan al espectador que es un ser racional y mortal frente a la Naturaleza, "que se autorregula; en ella no hay una interpretación del mundo o del bien y del mal", reflexiona Nadal.

Paisaje de la memoria

Una de las piezas más impactantes de la muestra junto a la instalación de doce metros es el paisaje de la memoria representado sobre una mesa. Un cráneo partido en dos: el inicio y el final de la vida. En medio, un camino con sus altibajos formado a partir de cenizas.

Los mapas de fuego, esas cartografías que no son reales pero que se parecen a las creadas artificialmente por el hombre, son el siguiente hito del recorrido. Las cuatro piezas principales se completan con un vídeo de 1994 donde se documenta una acción que tuvo lugar en una cantera de marés. Con una cuerda humedecida en parafina se dibuja un mapa que después se enciende y se va quemando creando un dibujo. La exposición se cierra con las fotografías de otra acción: la quema de un mapa pegado a una tela. Unas imágenes que el propio Nadal tampoco da por terminadas. "A lo mejor las vuelvo a quemar. Deseo que mi obra esté siempre en proceso, no se agote".

Compartir el artículo

stats