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Con ciencia

Soledad

El papel de las neuronas DA (Cell).

La soledad es mala cosa para los seres sociales. Es obvio que, salvo casos patológicos, buscar compañía implica emociones placenteras y carecer de ella produce angustia. Pero si se ha identificado ya la descarga de neurotransmisores (dopaminas) en el cerebro que se relacionan con las sensaciones placenteras de la vida en común, las emociones negativas que produce la soledad se conocen peor.

Una investigación experimental realizada por el equipo de Kay Tye perteneciente al Department of Brain and Cognitive Sciences del MIT, Massachussetts Institute of Technology, de Harvard (Estados Unidos) ha dado el primer paso para conocer en qué medida la soledad lleva a respuestas cerebrales. La revista Cell ha publicado un trabajo con Gillian Matthews, miembro del equipo de Tye, como primer firmante, en el que se da cuenta de la identificación del papel que tienen las neuronas que controlan la descarga de dopaminas (neuronas DA) en la soledad. Tras un aislamiento social agudo de los sujetos de experimentación, éstos experimentaban un incremento significativo de la actividad de las neuronas DA del núcleo dorsal del rafe una parte del tronco encefálico al permitirles el llevar a cabo de nuevo una vida social.

El hallazgo de Matthews y colaboradores es importante por dos razones. La primera, que ofrece indicios acerca de la manera como reaccionan los neurotransmisores cuando se interrumpe la vida en común de los seres sociales. La segunda, que pone de manifiesto que el rango social influye en la forma como se alteran las descargas de dopaminas en estados de soledad. Al manipularse de forma artificial las neuronas DA, los individuos de mayor rango social respondían de forma más intensa. Pero a tal respecto hay que hacer una precisión importante: el trabajo del equipo de Tye se llevó a cabo con ratones como sujetos experimentales.

Trasladar las evidencias obtenidas en ratones a la interpretación de la conducta de los seres humanos es tan tentador como peligroso (y así lo reconocen los autores). Es sabido que el hallazgo de algunos genes que intervienen en el control de la obesidad genes Ob en esos animales de experimentación dio lugar a suculentos negocios bursátiles para las compañías que se hicieron con sus patentes. Pero luego resultó que los genes Ob tenían funciones muy diferentes en los seres humanos, ajenas por completo al problema del sobrepeso en nuestras sociedades actuales. Es verdad que en el caso del trabajo de Matthews la semejanza funcional de los neurotransmisores nos acerca bastante a los roedores. Las dopaminas actúan de manera bastante parecida en nuestra especie. Pero su papel en la lacra de la carencia de relaciones sociales seguirá siendo dudoso mientras no se lleven a cabo experimentos con seres humanos. Y existen suficientes barreras éticas respecto de cualquier trabajo de ese estilo como para concluir que, de momento, seguiremos hablando de la respuesta cerebral a la soledad en términos hipotéticos.

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