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Crítica de cine

Muerte de un pocero

Tribunal es en superficie una película larga, simpática y aparentemente simple: Un jubilado que malvive dando algunas clases y canta poemas ligeramente críticos con el sistema es detenido bajo una acusación surrealista (provocar el suicidio de un pocero) y engullido por el molino de un kafkiano proceso en el que se aceptan leyes del siglo XIX con toda naturalidad. El guión sigue los pasos de ese laberinto (vistas, apelaciones, juicios orales, aplazamientos, etc.) y, en paralelo, las vidas de tres personajes secundarios. El abogado, la fiscal y el juez. Los tres de estratos sociales dispares (el abogado, paradójicamente, el más acomodado). Esos aconteceres fuera del trabajo son muy anodinos, de interés casi antropológico. En apariencia, porque dejan entrever prejuicios raciales y clasistas de un país-continente complejísimo que afectan al pobre convidado de piedra. Pronto se ve que hay una finalidad espuria y universal en su detención. El hombre militó hace años en grupos antisistema no violentos y el poder se inventa motivos para hacerle la vida imposible. Legisladores en la sombra, jueces y fiscales cipayos ante los focos. Los esfuerzos del voluntarioso abogado son quijotescos.

Gett-El divorcio, las iraníes Nader y Simin una separación, las dos últimas películas de Jafar Panahi (Esto no es una película, Taxi Teheran) o esta pueden crear la sensación de que muchos países no occidentales tienen un sistema judicial arcaico, irracional y perverso. Falso, véanse los ejemplos de Guantánamo o Julian Assange. Con gracia, con naturalidad, apelando a la tópica y falsa resignación de los indios, Tribunal es otro grito en forma de suspiro contra la aviesa ceguera del poder (judicial).

Tribunal

****½

Nacionalidad: India, 116 min. Director: Chaitana Tamhane. Actores: Vira Sathidar, Vivek Gomber, Geetanjali Kulkarni, Pradeep Joshi. Cines: CineCiutat.

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