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Entrevista

Antònia Vicens: "La lectura prepara para defenderse mejor en la vida"

"Vivimos en un mundo muy machista pero disfrazado de feminismo"

Antònia Vicens, con su perro Pin, en su casa del Terreno.

-¿Cómo ha recibido el Premio Nacional de Cultura?

-Sé que éste es de los galardones más importantes que otorga Cataluña, pero los premios los contemplo con una sonrisa y con cierta distancia. Tengo claro que un premio no cambia ni una vida ni una obra. No tiene trascendencia.

-En parte lo recibe por su último poemario, Fred als ulls.

-Es un libro que me sobrevino en plena oscuridad. Me habían operado de la vista. Estaba con los ojos cerrados y escuchando música. Cuando estás con los ojos cerrados estás como dentro del espacio, no estás en tu casa. Entonces estos poemas se me fueron apareciendo. Y, claro, tenía que abrir el ojo que tenía bien, coger el bolígrafo y escribirlos. Y después preguntarme por qué había escrito ese poema. Qué me decía el poema a mí y qué quería decir yo al lector con ese poema. Además no fue una escritura amable, porque eran unos poemas que me perseguían durante la noche. Siempre digo que con este poemario, la poesía me ha maltratado.

-Sólo hay dos palabras en mayúscula, la primera "A" y la última "N".

-Es un poemario en que los poemas caen uno encima de otro como en un dominó. No tiene ninguna puntuación, no tiene mayúsculas. Únicamente esas dos. Lo hice así porque en el mundo esotérico, y yo creo que la vida es esotérica, la "N" simboliza el nacimiento, el crecimiento. Luego hay otra línea inclinada que son un poco las vivencias, las penas y luego la muerte. La última línea que sube significa un poco de esperanza, quizá resurrección.

-¿La creencia en cierta trascendencia le viene de la poesía de los místicos que leía de niña?

-Ese tipo de poesía me dio mucha libertad mental porque ellos me demostraban que se podía vivir a través de la mente. En Santanyí, una niña de 14 ó 15 años no veía nada, todo eran barreras, el mar incluso. La mujer estaba sometida a los padres y luego al marido. Porque por entonces te tenías que casar. Si no lo hacías, eras una prostituta. Y a mí los místicos me dieron una libertad mental enorme. Porque yo vivía mi mundo desde mi habitación. No necesitaba viajar. Tenía mis subidas espirituales y mentales.

-Si de joven hubiera vivido una situación menos oscura que una posguerra y una dictadura, ¿habría sido escritora?

-Pienso que sí. Todo me lleva a escribir. De niña, lo que me maravillaba era el sonido de las palabras. Y siempre enfadaba a todo el mundo preguntando el porqué de las cosas. Lo que no entiendo es cómo pude escribir sin haber leído libros apenas. En mi casa no había. En el pueblo, no había biblioteca ni librerías, y las monjas nos daban clases elementales de sumar y cuatro reglas de ortografía. Las monjas a veces nos encargaban una redacción y me ponían muchas veces un "11". Aquellas franciscanas ya vieron la pasión que yo sentía por las palabras.

-¿Cómo fue su contacto con los primeros libros?

-A través de Bernat Vidal i Tomàs, farmacéutico del pueblo y un gran sabio. Fui a contarle que quería ser escritora. Me miró con un poco de escepticismo e ironía. Y me preguntó qué había leído, y le dije que nada. Entonces me pidió que escribiera algo que había vivido. Él debía querer ver cómo narraba. Y conté mis excursiones con una vecina cuando llevábamos a abrevar las vacas. Estos paseos me llenaban mucho porque oía hablar a las mujeres. Recuerdo la fuerza, el sonido de las palabras. Y que en ellas oía también el rumor y la sangre de la tierra. Aquellas mujeres debían haber sufrido. En Santanyí, todas las calles dan a Cala Figuera o a Cala Santanyí. Y también me parecía oír a todos los que se ahogaron en ese mar. Porque muchos republicanos huyeron en barca con el alzamiento y no se volvía a saber nada. Yo escuchaba el rumor de los plañidos del mar y la sangre de la tierra.

-¿Qué libros le dio el farmacéutico?

-Fue muy sabio. Álvaro Cunqueiro, que era muy imaginativo, y Carmen Laforet, que en ese momento estaba de moda con la novela Nada. Me preguntó luego cuál me había gustado más. Y yo le dije que los dos. Por eso creo que yo siempre he querido hacer un realismo un poco mágico. Porque en los momentos más cotidianos pienso que se da cierta magia. Después ya me dio a Josep Pla, Carson McCullers, Costa i Llobera, Maria Antònia Salvà... Me dio nombres universales catalanes pero también de la cultura occidental. A Camus, por ejemplo, que estaba prohibido por entonces. A él le mandaban libros de contrabando.

-¿Se siente pionera en tratar el rostro menos amable del turismo?

-Los que hacían crítica, dijeron que 39º a l'ombra era una de las primeras novelas que trataba sobre esas cuestiones. La escribí con los ojos del mundo que había dejado, que era Santanyí, y el mundo que me encontré en Cala d'Or, que no era aquel mundo de relumbrón y alegría que quisieron vendernos. Los turistas venían de la II Guerra Mundial. De Alemania aterrizaron muchas viudas, muchas madres que habían perdido hijos, hermanos... Y había intentos de suicidio entre los turistas. Yo todo esto lo sabía sobre todo por el guía que los traía. Hablaba mucho conmigo y me contaba sus historias.

-¿Tuvo problemas por reflejar una realidad poco amable?

-Los hoteleros de la empresa en la que estaba me dijeron que si seguía escribiendo sobre el turismo no encontraría trabajo en toda Mallorca. Cuando empecé a escribir, en Santanyí ya tenía fama de rarita. Suerte que siempre supe sonreír a todas estas cosas.

-¿El feminismo vive un retroceso?

-Vivimos en un mundo muy machista pero disfrazado de feminismo y en el que se confunde lo que es libertad. Fumar o tener relaciones sexuales con quien se quiera no es necesariamente libertad. La libertad comienza por la mente. Y yo pienso que no lo son ni los hombres ni las mujeres todavía. Antes no nos podíamos manifestar, de acuerdo. Ésta es la diferencia. Pero la educación y la cultura siguen atrás.

-¿La lectura nos hace libres?

-En la actual sociedad globalizada vivimos con la ilusión de libertad. Ahora mismo no se puede sonreír complacientemente porque hay un dolor constante. Los seres humanos hemos creamos mucho dolor. La literatura es un refugio que da un poco de placer y que hace compañía. Leyendo te das cuenta de que hay otros que tienen una sensibilidad diferente, como la tuya, y te sientes menos solo.

-¿Qué política cultural echa en falta?

-Ahora veo movimiento y algo de esperanza. Me gustaría que se le diera un empujó a la lectura. No puedo entender cómo en las librerías no hay una estantería subvencionada por la conselleria de Cultura o el Consell donde se puedan encontrar los libros de todos los autores mallorquines que ya han desaparecido. A veces hacen puntos de lectura, luego nos los mandan por correo. Por qué se han de gastar el dinero en esto y no en libros de fondo. La lectura prepara a la gente para defenderse mejor en la vida, amplía la visión del mundo, enriquece. Es primordial.

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