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Crítica de cine

Recomprar el alma al diablo

Al Pacino, sin bordar el papel, transmite entusiasmo y picardía.

Nunca es tarde parte de una anécdota real ocurrida al músico inglés Steve Tilston. Un representante musical envió un disco suyo a John Lennon y éste le escribió una carta animándole a anteponer el talento a la búsqueda de éxito. La carta le llegó 34 años después. Sobre ese mínimo incidente Dan Fogelman ha armado la historia de un músico ficticio (Pacino) que por no recibir esa carta vende su alma al diablo. Triunfa, pero le queda un poso de mala conciencia agravado por una paternidad desatendida. Cuando su representante (Plummer) localiza la carta, el músico se mira al espejo y decide ser un buen samaritano.

La paradoja de esta película es que el realizador no se aplica la receta a sí mismo. En vez de profundizar en el tema de los egos desmesurados y/o los instintos autodestructivos en el gremio de los rockeros (verbigracia el premiado documental Amy, o el recién estrenado Janis), Fogelman ha optado por limar muchas aristas para agradar al público más amplio. Puntuales excesos del protagonista con el alcohol o la cocaína son bolitas de pimienta en una tarta de merengue: la novia mucho más joven e infiel, el hijo despechado que sufre una grave enfermedad, la nieta hiperactiva, el alma pura de la directora del hotel o la parejita de pipiolos becarios. La banda sonora, con un tema de Ryan Adams, es igual de convencional. Se aguanta el filme por algunos diálogos picados y las interpretaciones.

Al Pacino, sin bordar el papel, transmite mucho entusiasmo y picardía. Superan también los corsés de sus personajes Annette Bening, Bobby Canavale (Blue Jasmine) y Cristopher Plummer.

Nunca es tarde

Nacionalidad: Estados Unidos, 106 minutos.

Director: Dan Fogelman.

Actores: Al Pacino, Arnette Bening, Christopher Plummer.

Cines: Porto Pi, Cinesa Festival Park.

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