CaixaFòrum se transforma hasta el mes de junio en un pequeño museo de la melancolía. La exposición que se inaugura hoy en el Gran Hotel gira en torno a este sentimiento inventado en Grecia y a la producción que motivó en las artes o en otros territorios del conocimiento.

En concreto, las más de 70 obras exhibidas -muchas de ellas de grandes maestros como El Greco, Murillo, Berruguete o Durero- se circunscriben a la melancolía española del Siglo de Oro. "Es una melancolía que coincide en España con un momento dramático", explica María Bolaños, directora del Museo Nacional de Escultura, que coproduce la muestra junto a la Obra Social La Caixa. "A mediados del XVI, se desencadenó el declive y hubo una enorme crisis económica en nuestro país, además de pestes, despoblación, guerras... Fue uno de nuestros momentos más negros", comenta, "un periodo que coincidió con una grandísima genialidad creadora", agrega. No en balde, fue la época en que nacieron Velázquez, Berruguete o Ribera, estos dos últimos representados en la muestra de Palma. "Ese sentimiento de tristeza y desengaño que son rastreables en la literatura de Quevedo o Gracián dio lugar paradójicamente a una energía creativa que se pone de manifiesto en esta exposición", subraya la comisaria, que hoy pronunciará una conferencia a las 19.

El Siglo de Oro español ha sido el objeto de estudio de Bolaños porque en esa época España fue el primer país europeo donde se escribió sobre la melancolía. "La atención por la materia comenzó en los médicos, con los tratados de Andrés Velázquez o Huarte de San Juan", ejemplifica. "Además, esos años son la edad de oro de la melancolía en Europa. Don Quijote y Hamlet son dos grandes melancólicos con sus dilemas de lo real y lo fantástico o ser o no ser".

Los cuatro elementos

El recorrido se inaugura con una representación antropomórfica de los cuatro elementos de la naturaleza, luchando entre sí para conquistar el universo. Y una serie de cuatro grabados sobre los cuatro humores (sanguíneo, flemático, colérico y melancólico), ya definidos en la Antigüedad grecolatina. Bolaños cruza ambas imágenes para explicar la melancolía. "El melancólico está vinculado al elemento tierra y al otoño", indica. "Aristóteles ya dijo que el estado melancólico es también el temperamento de los grandes genios y creadores". A pocos metros, en una vitrina bien iluminada, puede contemplarse un manuscrito del siglo XVII que no es más que una descripción del universo con una representación de los cuatro elementos llevada a cabo por Joao Baptista para Felipe IV. El ejemplar proviene de la Biblioteca Nacional.

Una vez introducido el concepto "melancolía", en un recodo acristalado de la planta baja reposan algunos de los estudios y remedios que se desarrollaron para paliarla "y expulsar esa bilis negra". Entre ellos, un tratado de Galeno o instrumentos de cuerda. "En la época se creía que el orden interno de la música podía anular la confusión de la mente del melancólico", señala la comisaria, que fija la vista en una piedra bezoar, que es un cálculo biliar que suele acogerse en el estómago de los animales exóticos. "Se rayaba y se tomaba con agua o vino", detalla.

La primera gran obra de la exposición, que contará con visitas guiadas y actividades familiares y educativas, está en el siguiente ámbito. Es un grabado de Durero datado en 1602 y titulado Melancolía I. "Es una obra llena de claves simbólicas que define muy bien este concepto tal y como se va a vivir desde el Renacimiento hasta la época moderna", explica. En concreto, se representa a un personaje sentado en la tierra, como abatido, pero con unas alas, dado que puede volar con el pensamiento, y con una mano apoyada en la cabeza ("posiblemente para aliviar el dolor del oído izquierdo, uno de los síntomas que presentaban los melancólicos", apunta Bolaños). A su alrededor, hay un compás y otros instrumentos abandonados que no puede utilizar porque el mundo no se puede medir. Toda esta imaginería del Siglo de Oro español fue precisamente reivindicada por los eruditos alemanes de los años 20 Panofsky, Saxl y Klibansy, quienes invitaron a los historiadores del arte a "hacer justicia con la España de Cervantes, pues ayudaría a escribir la historia de la sensibilidad del hombre contemporáneo". "Hay que tener en cuenta que ser melancólico tiene amparo médico para cualquier tipo de extravagancia y también guarda relación con la gestación del individuo moderno y la autonomía del hombre moderno frente a todo tipo de autoridades. La melancolía es también una manera de hablar de la libertad", considera la comisaria.

Bajo el signo de Saturno

De la pared de enfrente, pende un grabado de Aldegrever que representa a Saturno. "Históricamente, siempre se ha asociado el concepto de melancolía con los astros. Los melancólicos están bajo el signo de Saturno", señala. "Susan Sontag escribió sobre ello, por ejemplo". "Saturno es también el dios de lo subterráneo, del plomo", agrega.

Las cuatros secciones siguientes de la exposición se concentran en cuatro facetas distintas de la melancolía. Por una parte, la creatividad y la imaginación. "Los melancólicos son lúcidos y clarividentes. Para descifrar los grandes problemas, el melancólico ha de hacer lo que hace la Tierra: concentrar toda su fuerza en el centro. Es decir, los melancólicos deben concentrarse", indica. Por ello, son representados como personajes preocupados por desarrollar ideas y descifrar las cosas. En la sala, hay una magnífica pintura de un filósofo escribiendo del Maestro de la Anunciación a los Pastores. "Es única porque el personaje aparece haciendo una lectura crítica de una obra: lee a la vez que toma notas y escribe. Aquí no hay sometimiento, hay libertad creativa", asegura Bolaños. Justo al lado, hay una recreación de una discusión entre Demócrito y Heráclito de Rubens. "Ambos tenían una visión amarga de la vida pero la encaraban de manera distinta: el primero con una actitud irónica y el segundo llora las desgracias del mundo", desvela. El tema de la adivinación del futuro también está aparejado a la melancolía. Y en concreto a las sibilas. Hay una talla espléndida de una de estas mujeres que formaba parte de un retablo de Berruguete y que proviene del Museo de Valladolid.

Dos pasos al fondo, se erige una de las vertientes más negras de la exposición, la del desengaño. "Se dio en España a finales del XVI por las grandes bancarrotas que hubo. La política bélica de Felipe II costó el hundimiento del país", relata. "Se peleó con toda Europa. Hay que pensar que se venía del esplendor de Carlos V y los Reyes Católicos y España fue perdiendo el carácter mesiánico de la bandera del catolicismo", continúa. "Ahora vivimos una época parecida, de un gran desconcierto y desconocimiento por el futuro y con la sensación de que el mundo ha enloquecido", agrega. Tal desconcierto, está representado en la exposición con un cuadro de la Torre de Babel de Brueghel el Joven. O con "errores" de la naturaleza. De ahí, una pintura de Sánchez Cotán de una mujer barbuda o de un bufón vestido de soldado de Van der Hamen. Un cuadro de El príncipe melancólico (Felipe II, misántropo, pesimista y con tendencia a la reclusión) proveniente del Museo del Prado (que ha prestado ocho piezas para la exposición) cierra el recorrido de la primera planta.

En el segundo piso, con la melancolía en el escenario cristiano como eje, se empieza con platos fuertes: los místicos, las dudas religiosas, el monje solitario, los eremitas. Obras importantes: un grabado de Durero con un Cristo solitario, las tentaciones de San Antonio de Brueghel el Viejo, un San Jerónimo de Alonso Cano, una Magdalena arrepentida de Ribera y una figura de Santa Maria Egipciaca. Es imposible hablar del Barroco español sin referirse al tema de la muerte, la fugacidad de la vida, el paso del tiempo o la inutilidad de las vanidades o placeres. Géneros pictóricos como las naturalezas muertas o los trampantojos, donde uno no sabe muy bien dónde empieza la realidad o termina la ilusión, están relacionados con la melancolía. En la muestra pueden verse también algunas vanitas, composiciones de elementos bellos del mundo atravesados por la idea de la muerte y el paso del tiempo, simbolizados por calaveras o relojes de arena. En este apartado, hay obras de Cornelis Norbertus, Juan de Juanes o Antonio de Pereda.