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Crítica de música

Beethoven entre rusos

No siempre llevan razón los refranes y más en concreto ese que dice que "nunca segundas partes fueron buenas". En algunas ocasiones el segundo tiempo da para mejorar. Es el caso del noveno concierto de temporada que el pasado jueves interpretó nuestra Orquestra Simfònica en el Aditòrium.

El programa y el intérprete solista presagiaban una velada excelsa. Pero no fue del todo así. La excelencia se convirtió en notable con mención, pero notable. Ni la dirección ni el pianista consiguieron seducir con esa joya de la pianística postmozartiana que es el Opus 19 de Beethoven o lo que es lo mismo su segundo concierto para piano y orquesta. Todos esperábamos más de un solista que ha sido invitado por algunas de las batutas del momento. Naturalmente que dio muestras de su buen hacer, faltaría. Pero no traspasó la línea que separa lo bueno de lo genial. Bien la pulsación, el fraseo, los pedales? sí, todo correcto, pero solamente eso, correcto. Faltó magia, sin duda.

La orquesta tampoco añadió nada nuevo. Hizo una lectura profesional, pero superficial del acompañamiento. No aportó sensaciones. Los vientos, sobre todo las trompas, sonaron demasiado fuertes y las cuerdas dubitativas. En Beethoven, como en Bach, el intérprete nunca puede confiarse. No por muy interpretado se puede uno confiar, siempre se puede aportar más.

Ya que hemos citado a Bach comentemos que el bis del pianista, el Preludio número 1, sí tuvo un sabor nuevo pues la interpretación fue del todo personal.

Beethoven fue el queso de ese bocadillo de pan ruso. Antes una poco relevante obra de Anatole Liàdov, El Llac encantat, ya de por sí poco atractiva, aunque dada a conocer con interés por parte del director que sacó el poco líquido que esa fruta contenía.

Fue en la segunda parte cuando el tutti orquestal se mostró como viene haciéndolo últimamente. Entregado. Ya no hablamos de una lectura de la Quinta Sinfonía de Prokòfiev sino de una interpretación meditada, o lo que es lo mismo, profunda. Violoncelos y contrabajos lo dieron todo en ese primer movimiento, Andante, que tan buenos compases tiene para su lucimiento. Magníficas las maderas en el inicio del Alegro marcato así como los violines en el Adagio. Todos muy en su lugar en el Allegro giocoso que cierra la obra. No fue por cortesía sino por méritos que el director hizo levantar por separado cada una de las secciones de la orquesta.

Orquestra Simfònica de Balears

***

Pierre-Laurent Aimard, piano

Pablo Mielgo, director

Obras de Liàdov, Beethoven y Prokòfiev

Auditòrium de Palma

Fecha: 25-02-16

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