Con el Carnaval, llegaron los payasos, y con ellos, las sonrisas y las lágrimas, el dolor y la pasión, una combinación de sentimientos que se apoderó de un Principal que registró lleno absoluto para la apertura del presente ejercicio operístico.

La trigésima edición de la Temporada d'Òpera del Teatre Principal, que comprende cinco títulos, arrancó con un programa doble dedicado al verismo en estado puro. Dos obras muy populares, Pagliacci y Cavalleria rusticana, la primera de Ruggero Leoncavallo y la segunda de Pietro Mascagni, que se representan juntos desde finales del XIX (la primera vez fue en 1893, en Nueva York). Un gancho para la afición mallorquina, que respondió a la llamada, aunque algunos, con el corte de tráfico provocado por sa Rua, casi se lo pierden.

Más de 800 personas vibraron con un espectáculo con acento mallorquín, con cinco voces de la isla entre los protagonistas (vítores para Maia Planas y María Luisa Corbacho). Entre el público, el ex director artístico del teatro, José María Moreno, que acaba de saborear el éxito -como director musical- con un Don Quijote representado por la Compañía Nacional de Danza en el Teatro de la Zarzuela; y el actual director gerente en funciones, Rafel M. Creus, quien ha querido subrayar, en el programa de la temporada, la presencia, a lo largo de estas tres décadas, "de un público fiel y experto en el patio de butacas", muchos de ellos, como ayer pudo comprobarse, residentes y turistas extranjeros.

Mastromarino, grande

Los primeros aplausos de la tarde se los llevó Alberto Mastromarino. El barítono italiano se metió en la piel de Tonio, el payaso enamorado de Nedda (Maia Planas), con una familiaridad inquietante, como si el personaje se hubiera creado a su medida. Su advertencia en el prólogo, "¡gritos de rabia oirán y cínicas risas!", emocionaron al auditorio.

Con la entrada de los payasos se vivió el "jaleo del diablo", con las voces del Cor del Teatre Principal en primera línea y con un Alejandro Roy avisando de que "el teatro y la vida no son la misma cosa". Si el tenor asturiano se mantuvo en equilibrio con Canio, salvo en los momentos de desesperación y celos, con esas puntas hacia arriba que definen este rol, con Turiddu, el protagonista de Cavalleria rusticana, su voz se movió arriba y abajo, como los acróbatas de Pagliacci, por cierto, sorprendentes y arriesgados.

A Alejandro Roy se le vio muy cómodo con Canio, sobre todo con Ridi Pagliaccio (Ríe payaso), la famosa aria que han interpretado los grandes tenores, desde Giovanni Martinelli a Luciano Pavarotti. Lágrimas interiores para el cantante y sonrisas para el público.

Maia Planas se estrenaba y estuvo a la altura de sus compañeros, logrando conectar con los espectadores y transmitirles esa atmósfera de miedo y bajeza moral que respira la ópera de Leoncavallo, con la violencia machista, como se encargó de recordar el día de la presentación del programa el director de escena Francisco López, en el germen argumental tanto de Pagliacci como de Cavalleria rusticana.

El lleno del día del estreno también se espera para las siguientes funciones, programadas para los próximos días 120, 12 y 14 de febrero.

Una inauguración de temporada que despertó los aplausos de un público que, hasta el mes de junio, podrá saborear un programa que se completa con Salomé de Strauss (10 y 13 de marzo), La traviata de Verdi (del 24 de abril al 1 de mayo), Il barbieri di Siviglia (11 al 13 de mayo) y Nabucco (19 al 26 de junio).