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Entrevista

José Ramón Soraluce: "En mi libro demuestro mi tesis de que el protagonista de 'Las Meninas' es el perro"

"Miguel Ángel pintó desnudas todas las figuras de la Capilla Sixtina, y Papas posteriores ordenaron vestirlas"

José Ramón Soraluce, con su libro.

-En el libro expone 54 casos de obras artísticas, de las que muestra aspectos desconocidos.

-Desconocidos, sorprendentes o absolutamente increíbles. Es una especie de nueva redacción de la historia del arte, pensando en los que se plantean dudas sobre lo que se cree contrastado y seguro.

-¿Nació de una duda?

-Los que nos dedicamos a dar clases siempre nos movemos en terrenos movedizos. Contamos cosas que muchas veces no nos creemos nosotros mismos (ríe). Uso fuentes que han sido dejadas a un lado, que estorbaban, creaban dudas.

-¿Fuentes que la historiografía oficial no quiere utilizar?

-No es que no quiera, pero se simplifica la información para que llegue más digerida al público.

-Habla de fraudes artísticos.

-Hay algunos interesantísimos. Por ejemplo, el que organizaron unos artistas holandeses para engañar a los nazis. El pintor van Megeeren empezó a vender cuadros suyos como si fueran de Vermeer. Se hizo de oro, hasta le vendió uno a Goering, ministro de Hitler. Van Megeeren y un socio acabaron siendo juzgados en Nuremberg, acusados de vender el patrimonio de Holanda. Van Megeeren pintó un cuadro de Vermeer ante un comité de expertos (ríe), para probar su inocencia, cuando sus cuadros ya estaban en todos los museos del mundo.

-También incluye una teoría sobre Las Meninas de Velázquez.

-¿Quién es el gran protagonista de Las Meninas? Esta es la gran pregunta que yo me hago. En todos los cuadros el protagonista casi siempre está en primer plano. ¿Y quién está en primer plano de Las ¡Meninas? El perro. Afirmo que el protagonista es el perro, y lo demuestro.

-¿Es una tesis original suya?

-Totalmente. Pero basada en una cantidad de información importante, no es un invento aleatorio. El perro es el protagonista del cuadro, por lo que representa, lo que simboliza. Es un mastín leonés que pertenece a la jauría real.

-Otra obra que aparece en el libro es el Arco de Constantino.

-Es un arco reciclado. Se hizo tirando otros arcos, les quitaron los relieves, las estatuas, y las pusieron en este. Los cristianos medievales, cuando miraban al arco y veían a un señor con barba, pensaban que veían a Constantino, pero realmente era una estatua de Marco Aurelio, filósofo y teórico del paganismo. Luego se dieron cuenta, y en el siglo XVIII, empiezan a romper las cabezas de Marco Aurelio en el arco y a poner otras de Constantino.

-¿Se encuentran muchas mentiras en la historiografía del arte?

-No son mentiras, son medias verdades asumidas sin ningún aspecto crítico. Si tienes una mínima intención crítica y profundizas vas descubriendo cosas de estas. Cuando te vas a jubilar te arrepientes de haber estado enseñando cosas que después ni te las crees.

-¿Qué desvela su libro acerca de la Giralda?

-La Giralda es el edificio más copiado de la historia. En el terremoto de Lisboa del siglo XVIII caen todas las torres de Andalucía Occidental, en Sevilla, Huelva... Menos la Giralda. Entonces se le atribuye un poder religioso a las patronas de Sevilla, que han protegido la Giralda, y la torre se convierte en un tótem de la bondad divina. Reconstruyen todas las torres copiando la Giralda. Está toda Andalucía llena de Giraldas. En Écija hay ocho.

-¿No tuvo oportunidad de desvelar alguna incógnita acerca de la Torre de Hércules en este libro?

-Hay muchas teorías sobre cómo fue originalmente, hay una cierta incertidumbre. La torre tiene gran valor emblemático, pero también el de ser la torre romana más antigua y alta que se conserva. Pero no ha sido objeto de ninguna sorpresa especial, como los casos que abordo en el libro. Por ejemplo, La Última Cena de Leonardo da Vinci. En ella ves a los apóstoles discutiendo entre sí, porque Jesucristo dice: "Aquí hay un traidor". Mi teoría es que no están discutiendo por eso, sino por un sitio en la mesa. No caben (ríe). Solo caben siete u ocho, el resto se tienen que quedar de pie. Leonardo, en un croquis, quiso ponerlos a ambos lados de la mesa. Al final los puso en un lado, con los doce platos, y así es imposible que se sienten.

-Habla también acerca de un contemporáneo de da Vinci, el artista italiano Miguel Ángel.

-Su Capilla Sixtina fue condenada en el Concilio de Trento y se le pidió al Papa que se destruyera porque era muy provocativa. Miguel Ángel la hizo con todas las figuras desnudas, todas. A partir de entonces, los Papas empezaron a ponerle vestidos a los personajes, para taparles sus partes. El gran escándalo fue Santa Catalina de Alejandría, que estaba en primer plano, desnuda, con los pechos colgando, y San Blas se le estaba echando encima mientras ella lo miraba con cara de horror. Lo cambiaron y a Santa Catalina la vistieron. Al lado estaba San Sebastián con los genitales en primer plano (ríe). Le pusieron un taparrabos. Y así todos (ríe).

-¿Cómo es la historia que cuenta sobre la Torre Eiffel?

-Gustave Eiffel era ingeniero químico. Unos trabajadores suyos crearon un diseño parecido al que luego sería el de la Torre Eiffel. Cuando se convoca la Exposición Universal de París se pide que se diseñe un monumento. Eiffel se acuerda de esto y le compra la patente a sus ingenieros (ríe). En el proyecto aparecen los nombres de Eiffel y Sauvestre, el arquitecto, a los ingenieros ya se los ha quitado de en medio. Y después Sauvestre queda relegado. Toda la fama la asumió el propietario de la constructora, y los verdaderos autores pasaron a un discreto anonimato. Es como si Jove [fundador de Fadesa] construye un monumento y pasa a la historia del arte.

-El último caso del libro trata de una obra de Richard Serra.

-Había construido cuatro volúmenes gigantescos de acero corten, de 38 toneladas. Se expusieron en el Reina Sofía y desaparecieron. No se han vuelto a encontrar. El museo, que tenía la propiedad, le encargó que Serra les haga otros. Otro caso: el cuadro Danáe, de Rembrandt. Este está en el Hermitage de San Petersburgo. En 1985 un loco le echa ácido sulfúrico y lo destruye. La Unión Soviética decide ocultarlo a la opinión pública occidental. Lo volvieron a pintar por encima (ríe).

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