Fue la gala del reencuentro, de la firma de un tratado de paz entre los escritores mallorquines en lengua catalana y el Ayuntamiento. Éste fue el mensaje político que ayer se quiso transmitir en la ceremonia de entrega de los Ciutat de Palma, en la que siempre se acaba echando en falta más contenido sobre los premiados, su obra y las valoraciones del jurado. La concordia regresó ayer a los galardones por la recuperación de las modalidades literarias sólo en catalán por parte del equipo de gobierno de José Hila. Y por ello había que escenificar la buena sintonía con los nuevos gobernantes después de cuatro años de hostilidad contra el PP. Hubo gestos y guiños amistosos tanto en el patio de butacas como en el escenario del Teatre Principal. El primer signo de cambio fue la llegada festiva -entre xeremies- de los autores mallorquines a la gala, entre ellos el articulista de este diario Biel Mesquida, Lucia Pietrelli, Pau Vadell, Miquel Bezares o Laia Martinez i Lopez, entre otros. Llevaban cuatro años sin pisarla por el bilingüismo de los galardones. El segundo, la intervención de agradecimiento, durante la ceremonia y en el atril, por la recuperación del catalán por parte de Miquel Cardell como representante de la Associació d´Escriptors en Llengua Catalana, quien también se refirió a las reivindicaciones de la OCB, el Pen Català o la Institució de les Lletres Catalanes. El concejal de Cultura Miquel Perelló también nombró a estas instituciones durante su discurso de apertura y el alcalde José Hila hizo lo propio en el broche de la gala.

Si éste fue el tema que protagonizó y marcó el acontecer de la noche, hay que reseñar un dato que no es de tanta alegría para el prestigio de los premios. Mientras el año pasado se presentaron 66 originales al galardón de novela y 128 al de poesía, este año lo hicieron únicamente 11 y 16 en las modalidades respectivas. Desde Cort se argumentó que uno de los motivos podría ser el retraso de la convocatoria (a finales de junio) con respecto a años anteriores. "Hay que mejorar su difusión y volver a conseguir el prestigio que tenían, cuatro años han hecho mucho daño", declaró la directora general de Cultura de Cort Francisca Niell. En el mismo sentido se pronunció Hila: "Tenemos por delante el reto de devolverle el prestigio a estos premios que son alguna cosa más que la mera formalidad a la que parecían condenados".

La gala empezó divertida y con 15 minutos de retraso. Al menos tenía un guión y una buena idea de partida que no se desarrolló finalmente tan bien como había arrancado. A la conductora Maria Rosselló se le unió una gran estrella que había participado en una de las primeras galas del Ciutat de Palma, en concreto en la de 1957. Ese personaje famoso era Jimmo Crocetti, artista que había desaparecido durante la ceremonia después de su actuación y a cuyo caso el Ayuntamiento respondió con el silenciamiento. En realidad, todo se trataba de un falso documental de un personaje inventado a través del cual se canalizó alguna chanza política, por ejemplo sobre la transparencia en las administraciones. A través de las apariciones de Crocetti, en la vida real Jaume Catany, la gala le hizo guiños al rat pack de Sinatra, al Hollywood de blanco y negro y al Tu vuo´ fa´ ll´americano de Renato Carosone. El resto de actuaciones, pese a la belleza de Fuga de Res de Res, resultaron deshilvanadas y algo desconectadas de la creatividad más actual y contemporánea.

Más momentos de la ceremonia, a la que acudieron la presidenta Francina Armengol, varios consellers y también la oposición (Marga Duran o Cirer, por ejemplo): la petición pública por parte de la ganadora de la beca de investigación, Ana Ferrero, de que se mejoren las condiciones laborales de los trabajadores de la cultura; la dedicatoria del premio al mejor corto documental -Gertrudis (la mujer que no enterró sus talentos)- a todas las mujeres (sus creadores sí hablaron de su película, gracias); o el recuerdo de Hila por Emili Darder o la mención de las efemérides de Llull o Llorenç Moyà pero el olvido del centenario de un escritor muy ligado a Palma, Cela. El alcalde habló de cultura y su poder transformador a nivel social y de participación. Pese a ello, ayer siguió habiendo más política -y políticos- que cultura en unos Ciutat que todavía no consiguen reunir ni despertar el interés que deberían -escritores aparte- en el resto de sectores artísticos de Palma. Queda mucho por hacer: despolitizar la gala, conseguir más participación para subir el nivel y dar más voz a los artistas ganadores. Luego quizá algún día lleguemos a la diversión que le imprime Ricky Gervais a sus presentaciones de los Globos de Oro.