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Crítica de teatro

Por el humor de Dios

La Iglesia católica (afortunadamente, en mi opinión) ya no ostenta el poder fáctico que tuvo en el pasado entre nosotros. Sin embargo, creyentes o no, sus elementos forman parte de nuestra cultura. Por eso mismo, nos interesamos en este duelo, entre un sacerdote veterano y acomodado y el seminarista rebelde y renovador. Porque, en el fondo, se trata de un enfrentamiento cargado de humanidad y, lo más importante, de sentido del humor, con diálogos ciertamente brillantes.

La pieza original de Davis, que se trasladó a la pantalla con Jack Lemmon de protagonista, data de 1980 y, desde luego, ha sido objeto de una conveniente adaptación, en el tiempo y en el espacio (por ejemplo: las alusiones al Papa actual). Probablemente, hay una cierta reiteración en argumentos y en situaciones, que alarga la representación hasta las dos horas. También, un forzado dramatismo en algunos de los relatos. El carácter del seminarista, pese a sus complejidades, resulta notablemente más plano que el del párroco, mucho más matizado y abundante en recursos. Pero la función se sostiene sustancialmente, con ocasiones en abundancia para la risa o la sonrisa, y otras para la emoción del espectador.

Qué enorme actor es Arturo Fernández, qué apabullante resulta su buena forma a sus 86 años y qué meritorio su riesgo, al abandonar su acostumbrado rol de galán maduro, si bien conservando la elegancia característica de sus producciones. Que aún no le hayan otorgado un Max de honor (lo escribo por tercera vez) me parece inexplicable. A Bruno Ciordia le toca la parte del antagonista y su trabajo es excelente.

Enfrentados

Auditòrium (Palma)

Autor: Bill C, Davis.

Dirección: Arturo Fernández.

Intérpretes: Arturo Fernández y Bruno Ciordia.

Escenografía: Angélica Guaglione. Iluminación: Daniel Bossio.

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