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Entrevista

José Carlos Llop: "Culpar al sistema de que ahora se es menos libre intelectualmente es una forma de infantilismo"

José Carlos Llop, esta semana, en Ciutat. Guillem Bosch

Dylan, Cohen, Neil Young, Hendrix, Bowie, Pau Riba, Sisa, Ezra Pound, Eliot, Cavafis, Rilke, Ferrater, Ocaña, el ajusticiamiento de Puig Antich, la policía secreta en las aulas, el amor, el erotismo, una cita clandestina del Partido Comunista, las Ramblas barcelonesas, la muerte de Franco, el concierto de los Rolling en La Monumental o la Zeleste son algunos de los nombres propios, lugares, experiencias o hitos que salpican las páginas de Reyes de Alejandría (Alfaguara), la última novela de José Carlos Llop (Palma, 1956), un libro sobre un tiempo en el que no existía la libertad y tuvieron que inventársela y defenderla. Tiempos de utopía e inocencia. "Aquello acabó muy rápido", confiesa el autor. El relato, de estructura circular y que se abre y cierra en París, es una forma de testamento de aquel tiempo que ni siquiera los que lo protagonizaron y sobrevivieron saben ya si existió alguna vez. Amén de historia generacional, es un libro transversal: aquellos que no conocieron ese tiempo podrán encontrarse de alguna manera en sus páginas.

-La novela está atravesada por la música. ¿Qué significó para su generación?

-La música era nuestra religión y la literatura, sobre todo la poesía, nuestros evangelios. De hecho, vivíamos la vida que se estrenaba ante nosotros como si fuera una novela. Y pienso que algunos de nosotros hemos seguido viviendo y contemplando la vida como un vasto ciclo novelístico.

-Los discos fueron tan importantes que en Reyes de Alejandría escribe: "Intentábamos, a través de la música, educar una sentimentalidad maleducada, formar una sentimentalidad malformada".

-La música, entonces, era inherente a una forma nueva de mirar el mundo. Se había salido de la resaca europea de la II Guerra Mundial y de lo más duro de la postguerra española. No queríamos ser ni como nuestros hermanos mayores ni como nuestros padres, y la música era la forma más evidente de esa hermenéutica y de una nueva sentimentalidad distinta a la existente y rupturista. Nos hablaba en nuestro mismo lenguaje, la música. Nos decía cosas que nosotros llevábamos en nuestro interior. Y nos definía el mundo como ninguna otra cosa de las que había antes nos lo había definido. La música de Dylan y de Cohen pasando por Neil Young éramos nosotros en estado puro.

-Los setenta fueron también para el protagonista y para usted mismo los años del descubrimiento de la poesía.

-No sólo fue el descubrimiento de la poesía sino que también fue la conciencia de que se puede vivir poéticamente, que es, en el fondo, el hallazgo de que nunca podría escribir poesía sin que ésta esté identificada o causada por algún episodio de mi vida. Esos años fueron los de la iluminación sobre este hecho, algo que me marcó para siempre.

-Su Virgilio fue Ezra Pound. ¿Por qué?

-Nuestro Virgilio fue Pound, pero éramos tan pocos. Pound oscila entre una sensibilidad muy clásica, me refiero a los poetas grecolatinos y a la poesía antigua china, y el intento de crear un cosmos donde quepan todas las culturas del mundo de una forma poética. Eso son precisamente los Cantos. Los Cantos y la ruptura que supusieron y esa voluntad de englobar culturas diferentes también estaban en la música rock desde el uso de instrumentos como el sitar, a la identificación con la India, al uso de ritmos africanos o a la mezcla del blues de los negros americanos con un sonido de guitarra que podía proceder de la música barroca. Había cierto paralelismo entre lo que representaba Pound y lo que era y en el fondo sigue siendo nuestra música.

-¿Por qué fueron tan importantes los setenta?

-Las libertades que se tuvieron en los ochenta derivan de la libertad que nos inventamos nosotros porque ésta no existía en nuestra sociedad. En los setenta todavía no se había impuesto lo que ocurrió a partir de los ochenta y noventa, que fue el triunfo del fake, de lo falso. Hubo como una falsificación a través de la sociedad de consumo de todo aquello que habíamos sido. Si lo piensas, hasta la razón actualmente se ha instalado a través de lo emocional en el lado de la falsificación.

-Eso también entronca con los tiempos actuales, los del ingenio.

-El ingenio es lo que aparece cuando desaparece la sintaxis, que es la capacidad de elaboración del pensamiento. Twitter, por ejemplo, es ingenioso. En la cultura anglosajona, el ingenio, el chiste y la ironía son muy ricos pero no desbancan otros valores sino que los acompañan y enriquecen de alguna forma. En España, en cambio, que es un país que ha convertido en literatura la figura del pícaro, el ingenio siempre ha gustado más que la inteligencia, incluso se ha confundido con ella. En la novela, antes de que el narrador cumpliera los 20 años, en la literatura española los escritores eran de verdad. La inteligencia era el armazón de su literatura. Pensemos en Juan Benet o en García Hortelano, si hablamos de Madrid. O en Juan Goytisolo, Juan Marsé, Gil de Biedma o Carlos Barral, si hablamos de Barcelona. Y también en el entronque que supuso con Europa antes de entrar en Europa la poesía de los novísimos. El paisaje donde crecimos, que por supuesto no era el paisaje oficial, era un paisaje bastante rico y no se estaba para tonterías. Eso es algo que queda para siempre. Y quien lo haya olvidado peor para él.

-El esplendor del erotismo y el amor también son narrados desde una mirada muy literaria, plagada de referentes evocadores.

-Esa mirada literaria enriquecía cualquier cosa e interpretaba cualquier cosa. Era nuestra manera de vivir e interpretar el mundo. Si habías leído los poemas amorosos de John Donne, encontrabas también las claves de algunos de esos poemas en las relaciones amorosas o en las relaciones eróticas sin más. Esa edad narrada en el libro [la juventud] es la era de los grandes descubrimientos humanos y en todo gran descubrimiento ha de haber una lírica y por qué no cierta épica.

-¿Hay una gran novela española sobre los años setenta?

-Los setenta son unos años que no están contados, al menos esta manera de vivir de los que salen en la novela. No están contados literariamente o desde una mirada llámala historicista. Los estudios de los setenta en Palma y Barcelona han olvidado esta época. Es más, en la evolución política que ha habido en nuestro país tampoco se han tenido en cuenta. Cuando estás en Barcelona, tienes la sensación de que aquello no existió y no sólo no existió sino que fue muy importante no sólo para nosotros sino para la ciudad misma. La riqueza de Barcelona a mediados de los setenta no se ha dado nunca más después. La Barcelona del diseño, de los peluqueros y en la que todo el mundo es artista enterró todo aquello, y la política después destruyó el cementerio donde todo aquello estaba enterrado. Reyes de Alejandría también es, en cierto modo, un conjuro contra esto último."Nuestro paraíso utópico se fracturó desde dentro cuando algunos empezaron a pensar en el poder"

-Voy saltando temas. En el libro también señala algunos tics de la izquierda, tendente a los eslóganes y dogmática en algunos casos.

-Sí. Nosotros éramos como tropas irregulares, huíamos de cualquier dogmatismo, mezclábamos cierto dandismo con cierto hippismo y ciertas teorías izquierdistas. Era un totum revolutum con música y letra.

-En la novela, el narrador repite en varias ocasiones que él y sus amigos no tenían idea de que aquel tiempo fuera a acabar.

-Dentro de ese paraíso utópico que se intentaba crear, aunque fuera desde el individualismo, ya existía su propia carcoma. No pienso que se destruyera únicamente desde fuera, sino que dentro había algunos que ya no apostaban tan en serio porque ya calculaban lo que tenían que hacer después, los lugares que querían ocupar en la sociedad como si estuvieran con un pie en un lado y otro pie en otro. Era gente que quería poder y nosotros dábamos la espalda al poder.

-La suya, la generación que quiso cambiar el mundo y acabó refugiada en el solipsismo. ¿Es ese solipsismo la única salida?

-No sé si es la única salida que nos queda pero fue una salida y una salvación desde donde poder conservar la memoria de lo que fuimos, sobre todo porque no existía otro espacio donde conservarla más allá de su gran herencia que es la música, que a su vez es el Rosebud [el nombre del trineo que Kane -Ciudadano Kane- tuvo cuando era un niño] de nuestra juventud.

-El título de la novela está inspirado en un poema de Cavafis.

-Hay un poema de Cavafis, Reyes alejandrinos, que cuenta la proclamación de los hijos de Cleopatra como reyes de distintos reinos de su imperio. Se celebra una gran fiesta y toda Alejandría acude a ella, pero toda Alejandría sabe en el fondo que esos jóvenes no llegarán a reinar en ninguna parte. Recordando el poema pensé que era una metáfora exacta de lo que habíamos sido y de lo que habíamos creído ser mientras el viejo mundo sabía de antemano que de todo aquello iba a quedar muy poca cosa. Cuando digo el viejo mundo no debe interpretarse sólo como los que ya estaban antes que nosotros sino que también engloba lo que vendría después; es decir, desde la impostura, el falso entendimiento de la modernidad y la voluntad de querer saberlo todo, y ese todo incluye lo que nunca se olió ni de lejos."La memoria es una gran narradora, incorpora elementos de ficción en su revisión del pasado"

-A pesar del estado de vigilancia y opresión que describe en la novela, da la sensación de que eran bastante libres.

-Creo que en aquellos años tuvimos más libertad individual de la que se tiene ahora. No estoy hablando de política sino de comportamiento humano en relación a su sociedad y de comportamiento social en relación al hombre. Ahora se es menos libre intelectualmente y eso es responsabilidad de cada cual. Escudarse en echar las culpas al sistema no es más que otra forma de infantilismo. El ciudadano, para serlo, tiene la obligación de ser responsable consigo mismo. Si eso no se da, no se da nada.

-David Bowie, muy presente en estas páginas, ha muerto esta semana, justo cuando ha salido su novela.

-Existe un paralelismo entre ciertos aspectos formales de escritura del libro y la manera que tenía Bowie de escribir las canciones. Hay también un pasaje en el libro de un trayecto entre Valldemossa y Deià cuya banda sonora son dos canciones, Ruby Tuesday de los Rolling y Heroes de Bowie. Cada vez que he bailado Heroes en mi vida, y es una de esas canciones que me sigue provocando ganas de bailar, me acuerdo del paisaje y la emoción de aquel trayecto. El azar ha querido que David Bowie muriese dos días antes de salir la novela del mismo modo que quiso que Manolo Escobar y Lou Reed murieran el mismo día, lo que tiene su gracia porque nosotros huíamos de una sociedad con la música de Escobar para crear otra con la música de Lou Reed.

-¿Le parece el pasado aquí narrado una suerte de relato soñado?

-La memoria es un gran narradora. Incorpora elementos de ficción en su revisión del pasado y une tramas que entonces estuvieron dispersas. La escritura de este libro tuvo mucho de buceo bajo el mar de lo consciente y recordado y el mar de lo inconsciente y evocado. Siempre supe el libro que quería escribir y la voluntad aquí es necesidad. Nunca escribo ningún libro si no es por necesidad.

-¿Por qué lo ha necesitado ahora?

-Este año cumplo 60. De todo eso hace 40 años. Me parece una buena razón. Por otra parte, los libros se escriben cuando se deben escribir, nunca antes. Son ellos los que eligen por ti.

-"Los pieles rojas nos habíamos convertido en funcionarios".

-Sí, pero algunos sin dejar de ser pieles rojas; pieles rojas en el fondo ocultos para poder hacer lo que creíamos que debíamos hacer para que aquello no se perdiera definitivamente en el tiempo.

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