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Con ciencia

Vida

Gabriel Popkin, periodista especializado en la divulgación científica, acaba de publicar en la revista británica Nature un esbozo de la manera como los físicos de sistemas complejos están trabajando para poder explicar mediante algoritmos matemáticos cómo se comportan los seres vivos. Algunos de ellos al menos, como las bandadas de pájaros al estilo de los tordos que dibujan en los cielos vaivenes sincronizados que se asemejan a coreografías de ballet. Partiendo del movimiento de los átomos y las moléculas, en principio capaz hasta cierto punto de dar paso a la previsión de parámetros como la temperatura y la presión atmosférica, ¿se podría llegar a la simulación del comportamiento de un cardumen de peces ante el ataque de un delfín?

Popkin ha repasado numerosas investigaciones acerca de la autoorganización de la materia más simple entrevistando también a autoridades del mundo de la física interdisciplinar como Sriram Ramaswamy, director del Instituto Tata en Hyderabad (India). En palabras de Ramaswamy, se espera lograr una teoría de la mecánica estadística de los seres vivos que sea comparable a la que se tiene ya para explicar el comportamiento de la materia inerte. La diferencia entre un tipo y otro de agregados físico-químicos, lo que separa a los seres vivos de los minerales, es la clave profunda que podría ser capaz de explicar en qué consiste esa circunstancia de la parte de la naturaleza a la que llamamos orgánica. Plantea ésta una paradoja profunda. Somos capaces de apreciar con bastante certeza qué está vivo y qué no; cuando Van Leeuwenhoek fabricó el primer microscopio y enfocó muestras de líquido procedente de un lago con un par de cientos de aumentos dio cuenta de lo que veía diciendo que esas partículas que se movían en el agua eran animales, animálculos en sus palabras, y no seres inanimados. Pero no somos capaces de momento de entender por qué decimos que es así. Ya no se trata de explicar las espirales de las aves en vuelo sino el barullo simple de los protozoos nadando.

Qué es la vida y en qué medida se ajusta por completo o no a las leyes de la física fue el punto de partida de las reflexiones del filósofo Descartes cuando propuso la metafísica del dualismo para explicar el misterio de la voluntad humana. Porque una de dos, o queda sujeta „como parece que debe ser„ al determinismo del mundo cuántico y entonces nuestra sensación de libertad es una quimera o escapa a las leyes fundamentales con la necesidad de decir si eso es posible y, de serlo, en qué términos exactos. No sabemos en absoluto cuál es la respuesta y podría suceder que estuviésemos llamando libertad al desconocimiento. Las investigaciones del orden que adoptan los microtúbulos podrían llevar tal vez a la comprensión del movimiento acompasado de los peces y los pájaros. El salto al libre albedrío queda más lejos. Pero si no somos capaces de darlo entonces hemos de reconocer que, en este terreno, estamos todavía a la altura de los chamanes.

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