La Adoració del tres Reis d'Orient se moldea a golpe de telediario, titulares y actualidad política. Los hilos que pespuntearon ayer la representación del tradicional sainete de Llorenç Moyà fueron básicamente dos: el feminismo y los pactos que habrá que cerrar para la gobernabilidad del país. Dos argumentos paralelos -a veces tratados en clave humorística- a la tradicional historia de Herodes y la epifanía de Jesús. Aunque hubo muchas más puntadas con otros hilos: Bauzá, recortes, Palau de Congressos, Podemos, los refugiados sirios y la supuesta relación impropia atribuida al obispo de Mallorca.

La función arranca en Ses Voltes con una novedad: la presentación de un político. El concejal de Cultura Miquel Perelló recuerda a la concurrencia que es el Any Llorenç Moyà (hace cien años de su nacimiento) y le dedica casi un panegírico al director del montaje, Bernat Pujol.

La función arranca con el mensaje de paz del ángel, que enarbola una pancarta con la leyenda "no a la guerra" para dar paso al maestro de ceremonias, encarnado por Pep Noguera de Diabéticas Aceleradas, que bromea con los WhatsApp y Belén Esteban. Los criados de las reinas magas -porque en la Adoració de este año, como en Valencia o en Madrid, tres mujeres llevaron el oro, el incienso y la mirra, tres féminas republicanas, además- calientan la función con morcillas variopintas: "El Guadalquivir ha salido de Sevilla y ha entrado en el obispado"; "y a los que pretenden gobernar les diría que ya basta de chulería y de hablar de sillas y que gobiernen para la gente"; "en el obispado se ha movido tierra y más de uno va arrodillado"; "mis ojos se giran ahora para ver Ses Fontanelles preservadas". Los pajes interpretaron bien, pero hubo algunos lapsus de memoria que empañaron un poco las escenas que protagonizaron.

Mejorables, las reinas magas, sobre todo Gaspar (la artista Catalina Sureda), sin apenas toques humorísticos. Melchor (interpretada por la directora general de Formación Profesional Maria Alorda) arrancó fuerte, pellizcando en la mejilla de Podemos, con representación en el montaje a través del rey Baltasar, encarnado por la presidenta del Parlament Xelo Huertas. Las perlas de Melchor: "Si de Podemos se trata, a todo ponen objeción aunque peligre el pacto"; "Podemos no se moja en el gobierno, pero sobre todo quieren opinar sin atender a razones"; "en España Rajoy se siente estrecho y se quedará solito".

Las dotes interpretativas de Huertas, lo más esperado de la mañana, adoptaron tics de mitin electoral. No consiguió dominar lo más complicado en la Adoració: integrar las rimas humorísticas sobre temas de actualidad en el texto original de Moyà. Casi nadie lo consigue, todo hay que decirlo. Las frases de Huertas: "Veo por todo a Bauzá, la personalidad se le ha trastocado, ahora parece el pequeño Nicolás porque mires donde mires siempre aparece retratado"; "el pueblo ha hablado: ni PP ni PSOE se esperaban estos resultados. Que pacten a la mallorquina, como dice Francina"; "el descalabro del PSIB en las islas, se lo han de hacer mirar, les podemos recetar regeneración política"; o una autorreferencia, "dicen que en el Parlament hay una bruja de Podemos que ha dejado sin sueldo a los diputados".

Menciones a IB3 o al 'sí' a las terrazas del Born (pronunciadas por el mayordomo, Joan Carles Bestard), a la infanta Cristina, al referéndum de Cataluña o incluso al cambio climático salpicaron el último acto de la obra, con dos personajes que estuvieron bravos: el rey Herodes, interpretado por Àngel March, funcionario de la conselleria de Salud, y la Sibil·la, revisitada con acordes de guitarra por la coordinadora general de Cultura de Cort, Noemí Garcies. El veredicto: sensualidad jazzística sobre una desnuda ambientación hija del folk y el post-punk. Sonó moderna de verdad. La Sibil·la que Nick Cave habría imaginado.

El broche de oro lo pusieron entre las diablesas, que recordaron la vergonzosa violencia machista, y el ángel, que homenajeó a los siempre fastidiados autónomos.