Eulàlia Bergadà (Palma, 1985) no es una advenediza de los escenarios, pero sí se le acaba de presentar la gran oportunidad de su vida. La coreógrafa mallorquina tendrá la posibilidad de mostrar su trabajo a una amplia audiencia tras alzarse con el Premi de Danza del Institut del Teatre. Su coreografía Gold Dust Rush, agraciada con el citado galardón, además de recibir un premio económico valorado en más de 20.000 euros será programada en el Festival Grec'16 y recibirá apoyo para representarse en Madrid y fuera de España.
En los movimientos de la pieza, Bergadà traduce la tensión existente entre los claros y las sombras, ocultos en todo ser humano. "He trabajado sobre la luz y la oscuridad canalizada a través del delirio, y sobre la necesidad de sacar a la luz nuestros puntos oscuros", comenta la también bailarina. A este hilo argumental, más onírico y conceptual que narrativo, Bergadà le suma la idea de la mística y de la visión, "una imagen borrorosa que sería el ideal que anhelamos", apunta. En este sentido, la coreógrafa no deja de reconocer a Santa Teresa de Jesús como un referente para la pieza.
Además de trabajar sobre ideas, conceptos, textos o referentes poéticos más que sobre argumentos con principio y final, la mallorquina siempre monta los pasos con una base de música en directo. En Gold Dust Rush ha vuelto a trabajar con Aloma Ruiz, quien maneja sobre el escenario violines acústicos y eléctricos además de sintetizadores.
La historia de claroscuros que podrá verse en el próximo Grec la interpretan cuatro bailarines: Joaquín Collado, Raquel Klein, Marina Fullana y la propia Bergadà, estas tres últimas procedentes de Mallorca.
Gold Dust Rush no es la primera gran producción de la artista isleña, quien ha presentado este año en Barcelona y en Vic el montaje Flying pigs, creado como trabajo de fin de carrera. El resultado parte de una coreografía inspirada en la matanza del cerdo en Mallorca. Se estrenó en el Graner, un centro de creación vinculado al Mercat de les Flors, en el Macba y en la sala Hiroshima.
Eulàlia Bergadà lleva doce años afincada en la capital catalana, donde estudió el grado profesional de danza clásica y el de danza contemporánea, ambos cursados en el Institut del Teatre. Poco después, ingresó en la propia compañía del Institut, dirigida por Catherine Allard, donde bailó piezas de Ohad Naharin, Rafael Bonachela, Jiri Killyán o Nacho Duato, entre otros reputados creadores. También estudió el grado superior de danza, especialidad coreografía, en el Institut del Teatre, centro que la acaba de premiar por encima de otros cuatro finalistas, también coreógrafos emergentes.
Hace dos años, la isleña fue profeta en su tierra con una pieza creada ex professo para el Ballet Jove de Mallorca. Asimismo, ha sido una habitual de Corcada Teatre, en las obras: Cabaret íntim, Aquil·les o l'estupor, Les tres cares, Suite bufa o Pessoa, o que o turista debe ver, entre otras.
A pesar de los cada vez más numerosos intentos para cuidar la danza, Bergadà opina que queda mucho trabajo por hacer. Y que éste es un momento de renovación. "Las grandes figuras ya no están y se abre una nueva etapa para la creación emergente", señala. Por otra parte, cree que la danza sigue siendo una disciplina mal entendida. "No es sólo una postal estética", sostiene. "Asimismo, pienso que desde el sector debería reflexionarse más sobre la función y la responsabilidad que entraña subirse a un escenario para contarle algo al espectador", continúa. "Somos como un espejo de la sociedad que habla de lo invisible, de lo que no se ve a primera vista, de aquello impalpable, intangible e incluso innombrable, pero que todos entendemos porque lo sentimos", considera.
