La música vallenata, típica de la costa atlántica colombiana y preferida del nobel Gabriel García Márquez, obtuvo su mayor reconocimiento internacional al ser declarada por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

García Márquez, fallecido en abril de 2014, decía que "Cien años de soledad", su obra cumbre, era "un vallenato de 400 páginas", y el reconocimiento que obtuvo esta música de juglares, cuyas notas inundan el ambiente de campos y ciudades del caribe colombiano, es para los amantes de este ritmo como su propio nobel.

El Comité Intergubernamental de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, reunido en Windhoek (Namibia), anunció la "inclusión de la música vallenata tradicional del Magdalena Grande en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial en necesidad de salvaguardia urgente", lo que sin duda ayudará a la preservación de este género.

"Esta es una gran noticia y creo que todos los amantes del vallenato debemos estar muy contentos", manifestó en París, desde donde comunicó al país el anuncio, el presidente colombiano, Juan Manuel Santos.

El vallenato tradicional es un género nacido hace varios siglos de la confluencia de tres expresiones culturales: los cantos de vaquería de los campesinos, las músicas de gaitas y maracas junto con las expresiones de los indígenas de la costa Caribe colombiana, y los instrumentos musicales europeos, entre los que se destaca el acordeón diatónico, según el Ministerio de Cultura.

Esta música surgió en los campos del sur del departamento de La Guajira y el norte del vecino Cesar, cuya capital Valledupar, se convirtió en "capital mundial del vallenato", de ahí el nombre de este género musical.

Un grupo vallenato tradicional está compuesto por músicos que tocan la guitarra o el acordeón, la guacharaca (caña de superficie corrugada que se rasca con un peine metálico) y la caja, un pequeño tambor que ayuda a marcar las notas de sus cuatro ritmos: el paseo, la puya, el merengue y el son.

Esa música que le canta a vivencias personales, al amor, a las mujeres o a las leyendas y tradiciones de los pueblos, llamó la atención de García Márquez desde niño y de hecho uno de sus grandes amigos de toda la vida fue el maestro Rafael Escalona, insigne compositor y cantante de vallenato, autor de clásicos como "El testamento" o "La casa en el aire", entre muchas otras.

Escalona fue el guía y compañero de Gabo en los viajes que hizo a comienzos de la década del 50 a las tierras de La Guajira y el Cesar, donde el joven escritor de Aracataca buscaba las raíces familiares que lo nutrieron para "Cien años de soledad".

Los cantos vallenatos "eran una de las referencias culturales y literarias más fértiles de García Márquez", según escribió Dasso Saldívar en su obra "Viaje a la semilla", una completa biografía del nobel.

Unos treinta años después de aquel viaje, cuando García Márquez acudió a Estocolmo para recibir el Premio Nobel de Literatura de 1982, uno de los conjuntos vallenatos tradicionales, el de los Hermanos Zuleta, Poncho y Emiliano, se trasladó junto con Escalona a la capital sueca como parte de la delegación enviada por el Gobierno colombiano para festejar su consagración.

De ese viaje nació otra unión de la literatura y la música con "El vallenato nobel", canción compuesta por Escalona en homenaje a su amigo escritor y grabada por los Zuleta, que habla de Macondo, de las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia, del gitano Melquíades y el imán de "Cien años de soledad", de "El olor de la guayaba" y de "El coronel no tiene quien le escriba".

Esa amistad tuvo otros dos componentes, el expresidente Alfonso López Michelsen, gran aficionado y defensor del vallenato, y Consuelo Araújo Noguera, "La Cacica", una política y gestora cultural, quienes junto con Escalona crearon en 1968 el "Festival de la leyenda vallenata", máxima expresión de este género musical que se celebra anualmente en el mes de abril.

De la mano de los Zuleta y de otros artistas como Diomedes Díaz, y Jorge Oñate el vallenato cruzó las fronteras de países vecinos, especialmente las de Venezuela y Panamá, pero no fue hasta comienzos de los noventa, con Carlos Vives y "La gota fría" que alcanzó fama internacional.

Al camino abierto por Vives le surgieron otros artistas de la talla de Jorge Celedón, ganador de tres Grammy Latinos, o Silvestre Dangond, que se presentó en la gala de este año de los premios en Nevada, quienes representan la nueva ola del vallenato, menos tradicional que el reconocido hoy por la Unesco pero sin perder las raíces.