Pep Canyelles rastrilla el pasado y saca fruto. A sus LX, así ha querido retratarse en la exposición Interior amb vistes, que hoy inaugura en la galería Altair, se muestra su faceta "más íntima, más lúdica, más poética, más ligera".

Al acceder al recinto, un golpe de color –Pep Canyelles ha introducido el esmalte utilizado para pintar coches para algunas de sus piezas, los submarinos–. Al merodear por él, te entran ganas de jugar. Hay un regreso a cierta edad de la inocencia.

"Para mí estos últimos años, y concretamente preparar esta exposición, ha sido una catarsis. Yo vengo de la tradición de los años 80, de la poesía visual, y tras la antológica en el Solleric, dos años atrás, donde se propició una lectura del pasado, me asaltó la gran pregunta: ¿Y ahora qué? Quise recuperar el aspecto más lúdico del arte", expresa el escultor mallorquín.

No oculta ni lo pretende que atraviesa una etapa fértil. "Cuanto más mayor me hago, más me aporta y ayuda el trabajo a reflexionar, a dar importancia a lo que de verdad la tiene. ¡Ya no quiero sufrir más. Cuántas veces al concluir una exposición he pensado, ésta será la última!".

No será, al menos no lo trasmite el escultor, la última. "¡Tengo tanto por hacer...!". El coraje no le falta. Se ve en sus esculturas en las que además del color, ahora cambian de formato, "son más intimistas"–, apunta. Parecen salir de un cuadro.

"Llevo años queriendo hacer algo en relación con El jardín de las delicias, a mi entender, una de las pinturas fundamentales de la historia, y empezaron a surgir estas piezas de este mundo onírico, profano y los submarinos. Para meterme en la obra del Bosco, construir estos aparatos eran mis armas", cuenta Canyelles. "A mi edad, la mirada está llena pero tengo la libertad de ver el pasado desde la contemporaneidad. Quizá sea una manera de seguir adelante".

´Interior amb vistes´ (LX).

Esculturas. Pep Canyelles.

Galería Altair, Palma.

Inauguración hoy a las 20 horas.