Las jorobadas (megaptera novaeangliae) llegan a las costas ecuatorianas entre los meses de junio y septiembre atraídas por los 23 grados de temperatura de sus aguas para aparearse y para tener sus crías, dijo a Efe, Cristina Castro, directora de investigación de la Fundación de Ballenas del Pacífico.

El cortejo de las jorobadas es todo un espectáculo, ya que los machos, que llegan a medir entre 12 y 13 metros, para demostrar su fortaleza, repentinamente saltan y, durante su momentánea suspensión en el aire, giran para caer pesadamente en el mar.

El ritual del apareamiento, también, puede tornarse agresivo, pues los machos, para demostrar su fortaleza, empujan, dan aletazos e incluso tratan de tapar el respiradero de sus rivales.

Grupos de tres o cuatro machos, totalmente perturbados por el olor que emanan las hembras fértiles, persiguen a las hembras durante horas, hasta que ésta elija a uno de ellos como pareja.

Según Castro, el apareamiento de las ballenas jorobadas se realiza una sola vez al año, a diferencia de otros mamíferos marinos, que ovulan varias veces al año.

El cortejo de las ballenas jorobadas se ha convertido en uno de los atractivos turístico de las playas ecuatorianas, por lo que cada año se realiza un festival artístico y cultural para dar la bienvenida a los cetáceos.

Las jorobadas son mamíferos marinos que se encuentran en la lista roja de animales en peligro de extinción, añadió Castro, tras precisar que las ballenas suelen permanecer varias semanas frente a las costas de las provincias de Manabí, Esmeraldas y Guayas, en el oeste de Ecuador.

Los pobladores de estas provincias se han organizado desde hace diez años para ofrecer a los turistas la oportunidad de observar a las ballenas, que sólo asoman por momentos.

Los chorros de agua que lanzan por los respiraderos o sus eventuales saltos, delatan la posición y allí se dirigen las embarcaciones, que las persiguen durante horas en el mar ecuatoriano.

"Fue increíble", "fantástico", "hermoso", son algunos de los calificativos que expresan los turistas, después de ver los saltos de los grandes cetáceos.

La bióloga asegura que las jorobadas suelen quedarse a unos 60 kilómetros de las costas, en aguas no muy profundas, para evitar a sus depredadores como orcas o tiburones gigantes.

Ecuador y sus costas, además de ofrecer el avistamiento de ballenas, también ha permitido que, desde hace una década, se realicen estudio para identificar a las jorobadas, así como determinar su ruta migratoria, edad y población, a través de la toma de fotografías de las colas y aletas.

Ecuador junto con Chile, Perú, Costa Rica y Brasil intercambian archivos fotográficos de las jorobadas lo que facilita el reconocimiento de los recorridos de las ballenas por el sur de América, indicó Castro.

Los investigadores de los cuatro países toman fotografías de las aletas dorsales y las colas de las ballenas en las que existen marcas, cortes y manchas especiales que les otorga una identificación que permiten estudiarlas.

Según Castro, Ecuador ha fotografiado más de 1.140 ballenas, el archivo más numeroso de América Latina.