(Foto de Ainhoa Fernández)

Nos sentamos en una de las terrazas de la emblemática plaza del reloj, centro neurálgico del barrio de Gràcia de Barcelona. Marcos Andrés, cantautor y escritor, se pide un carajillo de Baileys antes de encender el que será el primero de una batería incesante de cigarrillos rubios.

Más conocido en la profesión por ser el exlíder de la desaparecida banda de pop rock, Vinodelfín. No he podido evitar seguirle la pista desde hace años porque lo considero uno de esos cantautores en proceso de extinción; un gran tipo, además de un excelente compositor. Aún recuerdo cómo me impactó el concierto que dió Vinodelfín en la sala Salamandra en el año 2008. Presencié algo grande y a la vez cercano; una especie de éxtasis que no siempre tiene lugar sobre el escenario. Lástima que poco después la banda se dispersara.

En la actualidad, Marcos tiene un nuevo proyecto musical, El circo de las mariposas (www.elcircodelasmariposas.com). Su segundo álbum verá la luz el 11 de marzo, y lleva por título “La gran dispersión”. Del primero, “Frida”, en homenaje a su perrita coja, mencionar que no tiene desperdicio, y que en casa estuvimos cantando sus canciones durante meses.

Su aspecto saludable; ojos azules, pelo castaño ondulado, y la piel dorada por el sol, responde a que lleva meses residiendo en la isla de Menorca.

Marcos es un superviviente nato. Sobrevivió al Carmelo de los ochenta, a la depresión de su madre que le pilló en plena adolescencia, e incluso a una huelga de hambre contra Telefónica.

Tiene los dedos llenos de callos de tocar y una sensibilidad que le dota de una mirada única. La mirada del autor, la clarividencia del poeta callejero a quien le gusta descifrar la realidad, y extraer el mensaje y la enseñanza acertada al unísono.

Tras acudir a muchas asambleas y escuchar infinidad de debates políticos, la conclusión que extrae de todo este "teatro" en el que el pais se haya envuelto es que para construir un mundo mejor hay primero que construirse a uno mismo. “Algo así es lo que quiero decir en este nuevo trabajo”.

¿Por qué dejó Barcelona?

Por amor. En realidad, fue Barcelona la que me dejó a mí, y Menorca la que me abrió los brazos.

¿Echa de menos la gran ciudad?

Sí, la echo de menos, y cuando vengo la echo de más.

¿Qué lugar le inspira más para componer?

Mi habitación es, sin duda, el mejor lugar para hacerlo.

¿De dónde proviene su inquietud artística?

Cantaba fandangos con mi abuelo en el comedor.

Háblenos de su infancia.

Mi infancia fue muy luminosa. Fue una infancia muy feliz. Un poco solitaria por ser hijo único. Aunque nunca viví la soledad como sufrimiento. La soledad me llevó a desarrollar mi imaginación. Me inventaba personajes, y buscaba en los amigos al hermano que no tenía.

¿Ha superado esa sensación de soledad con el tiempo?

La soledad desaparece en la medida en que consigues construir otras relaciones de hermandad. Pero ya vienes de fábrica con esa ausencia de hermanos y, de alguna manera, te construyes solo. Como no había sufrido las “cabronadas” que se hacen los hermanos entre sí, siempre veía en los demás lo hermoso que tenían. Creo que esa proyección está en mis canciones.

Volvamos a su abuelo y a su madre.

Mi abuelo y mi madre fueron claves en mi desarrollo.

De mi abuelo aprendí el flamenco más tradicional. El fue un cantante frustrado, y cantaba muy bien. Me decía que tenía mucha garganta y mucho oído. Y de mi madre, saqué el lado más creativo, más rockero y rebelde. Recuerdo bailar con ella hasta el amanecer.

¡Qué maravilla!

Escuchábamos a Elvis Presley, y a los Beatles. Recuerdo que en verano mirábamos al cielo, a ver si veíamos ovnis, contemplábamos las estrellas mientras escuchábamos a Pink Floyd.

Escuchó Pink Floyd con su madre...Es usted afortunado.

El Carmelo, donde vivíamos, era un barrio humilde pero gracias a mi madre yo vivía la música como un acto de rebeldía y de libertad. Ella quería que yo fuera libre.

Así, apoyaron que fuera artista.

Mi familia había sido muy machacada por la guerra. Entonces la cuestión del trabajo seguro era muy importante. Ante todo, querían que tuviera un trabajo estable. Por ello entré a trabajar en Telefónica con dieciocho años recién cumplidos. Si me hubiera dedicado al flamenco, tal vez mi abuelo me hubiera apoyado más.

¿No les parecía bien que se dedicara profesionalmente a la música?

Lo de ser artista profesional eran arenas movedizas. Cuando le dije a mi madre y a mi abuelo que quería dejar Telefónica porque necesitaba dedicarme a la música, que éso era lo que de verdad me gustaba y lo que, en parte, ellos me habían inculcado, se echaron las manos a la cabeza.

Pero usted lo llevaba en la sangre...

Le dije al abuelo que quería montar un grupo de pop, y me respondió que eso no era música, ni era nada.

Recuerdo que cantaba flamenco en el colegio. Una niña de mi clase, Cayetana, era la hija de los dueños del “Tablao Andalucía". Un día, su padre me escuchó cantar en el colegio y se vino a buscarme a casa por la noche para invitarme a cantar. Mi madre se negó rotundamente a que fuera. Si hubiera sido por mi abuelo, probablemente hubiera ido.

¿Qué significaba la música para usted en ese momento?

La música era una linterna, una válvula de escape.

Háblenos de su primer proyecto.

Monté “Alusiones”, junto a dos amigos, Manu y Alberto González. Pues bien, nuestro primer grupo de rock destilaba influencias de los Depeche Mode. No teníamos nada de material. Bueno, sólo uno de aquellos amplificadores pequeños y cuadrados.

¿Cómo era la vida en el Carmelo de los ochenta?

La crisis del petróleo afectó a las familias más humildes. Había mucho paro. El barrio se llenó de heroína. Los jóvenes no tenían trabajo y veían las drogas como salvoconducto para alcanzar unos pocos momentos de felicidad. Recuerdo que las luces de las casas siempre estaban apagadas. También las de mi casa. Y los hombres, sin trabajo, fumaban tabaco negro. Las mujeres se deslomaban haciendo faenas hasta las tantas. El único espacio de luz era la calle.

Describe usted un panorama desolador.

Lo era. De pequeños no nos dábamos cuenta, y jugábamos a fútbol, pero de más mayores sólo nos esperaba la calle, y la droga. Cuando te metes en drogas a los catorce años, es que algo en tu entorno anda mal. No entras para experimentar sino para salvarte de esa desazón que vives en casa. Muchos de mis amigos murieron por las drogas.

Escribió una novela.

Sí, la titulé “Montañas de Barrio”. Retrata mi historia familiar. Antes que un barrio, el Carmelo era una Montaña. Allí llevaron a muchos de los trabajadores que no cabían en el centro de Barcelona.

Continuemos con su trayectoria artística.

Manu nos deja, y Alberto y yo, que teníamos un estilo común, montamos “Del Aire”, y sacamos un disco, “El ojo del gavilán, con el sello Vale Music. Este fue el paso previo a Vinodelfín.

¿Qué significa el nombre Vinodelfín?

El nombre del grupo hace alusión a todo lo que tuvo que pasar mi madre.

¿Qué le sucedió?

Pasó unos años sumida en una depresión que procedía de su infancia. Desde joven se convirtió en la oveja negra de la familia. Tuvo instintos suicidas porque no encontraba su lugar en el mundo. De pequeña vivió el barrio chino de los sesenta. El barrio era muy duro y creció pensando que el mundo era un desastre, y cuando me tuvo a mí, luchó mucho para que yo fuera libre. Pero cuando cumplí catorce años, le vino una depresión. Mi madre es una mujer muy sensible y avanzada a su tiempo. Perdió las ganas de vivir. Tuve que conjurar todos los fantasmas familiares y cuidar de ella. Un buen día mi madre se despertó.

Su madre debe sentirse orgullosa.

El amor venció. Por éso la nuestra es la historia de una victoria porque juntos conseguimos vencer todos esos dolores. El nombre del grupo fue un pequeño homenaje a mi madre que regresó del fin. Toda esta experiencia me hizo crecer mucho como artista.

¿Qué fue diferente en Vinodelfín?

Tratamos de no cometer los mismos errores que en “Del aire”. Iniciamos nuestra actividad con tres maquetas en acústico y tocando en directo. Tuvimos mucho apoyo por parte de nuestros productores, Santos Berrocal y Florenci Ferrer, que apostaron por nosotros a muerte. El incondicional Alberto González (guitarra), Florenci Ferrer (también teclista) y yo, teníamos una forma intuitiva de entender la música. Y se nos unieron Mati Luna, (bajista) y Pablo Lacoll (batería). Los cinco formamos un buen equipo.

¿Eran un grupo de directo?

Al principio disfrutamos mucho de los directos en acústico, y luego llevamos el repertorio al eléctrico. Vimos que teníamos fuerza, y cuando nos lanzamos a la composición de nuestro primer disco, “Perfecto en la locura”, apostamos por una composición coral; una celebración constante de la idea del otro; logré liberar mi voz y dejarme llevar por las armonías nuevas que me ofrecían los demás.

¿Cómo se fragua una canción colectiva?

Una canción en grupo es uno de los procesos más bonitos que hay. Hay un domar el ego y escuchar más a los demás. De repente un arreglo del guitarrista se convierte en parte de tu arreglo. Y la escucha y el proceso psicológico de abrirte te provoca cosas nuevas. Salía de mí porque me daban otras armonías y otras rítmicas. Es una experiencia de composición maravillosa. Este proceso me ayudó a aprender a componer de una manera distinta.

Y evitaron las clásicas luchas de ego.

La voz es el instrumento más cercano al alma porque sale del propio cuerpo. Hasta Paco de Lucía reconocía que a veces miraba a Camarón con una cierta envidia.

Un buen vocalista tiene que ser una buena persona. Una persona que empatice con los demás. Si no, se puede convertir en un tirano. En grupo siempre es mejor seducir que imponer.

¿Y cómo lograron mantenerse cohesionados?

La respuesta a eso es quererse. Siempre se construye mejor desde el amor. El amor es generoso.

Yo he sido exigente, intolerante, duro, y muy directo. Y me arrepiento de todo ello. Lo hacía porque quería alcanzar un resultado. He aprendido que es siempre mejor mostrar al otro su forma de mejorar.

Uno aprende equivocándose.

En “Seres únicos”, nuestro segundo disco, ya no tuvimos tanto tiempo, y tanto yo como Florenci Ferrer compusimos respetando el sonido de la banda, un sonido que ya teníamos muy claro. De manera que cuando llevábamos las composiciones al grupo les encantaban porque, gracias a la experiencia inicial de componer juntos, aprendimos a componer pensando en todos los instrumentos.

¿Os gustaba experimentar en el escenario?

Bueno, ése era nuestro lema: "En el escenario tenemos que desnudarnos, tenemos que ser emocionantes". Las canciones cada vez que las tocas son distintas, nunca nada es exactamente igual, pero llevábamos los temas muy preparados. Les pedía que tocaran en el local de ensayo como si estuviéramos en directo. Conseguimos hacer del local un escenario. Si lográbamos emocionarnos allí, luego en el escenario estaríamos mucho más sueltos. Y así fue.

¿Qué grupos le han marcado?

Los U2 me marcaron por su unión y su manera de estar en el escenario. Bono me parece impresionante, por su sinceridad a la hora de transmitir..

El cómo se enfrentaba Jim Morrison al micrófono, ese querer dar lo más profundo que tienes y conseguir que el escenario sea un lugar sagrado. Radiohead también es, para mí, un grupo de referencia.

Pero precisamente Jim Morrison se volvió loco, ¿nunca temió perder la cordura?

Siempre he interpretado la música como una solución. Nunca he tenido ese miedo porque en mis canciones hay mucha luz. Tampoco creo que Morrison se volviera loco por la música en sí sino por otras muchas cosas; por no enfrentarse a sus tristezas, y por las drogas. Su experiencia vital estaba llena de traumas.

Y… ficharon por Warner

Fue el cebo perfecto. Nos dieron veinticuatro mil euros de anticipo y pensamos que por fin nuestros sueños se cumplirían, y podríamos dedicarnos enteramente a la música. Pero Warner tenía otros proyectos más importantes y nosotros no encajábamos en la etiqueta de lo “Indie”. Así que nos dejaron tirados. Tras ese batacazo, decayó el ánimo general.

¿Y aun mantenía el puesto en Telefónica?

Al poco tiempo me despidieron.

Dicen que lo malo, cuando viene, viene todo junto.

Durante mucho tiempo llevé dos vidas muy intensas. Trabajaba un montón de horas, y luego atendía a ensayos, grabaciones y conciertos. Tenía que pagar una hipoteca.

Telefónica llevaba tiempo maltratándonos con eres. Y como no tenía hijos, decidieron despedirme a mí y a otro compañero. Durante veintitrés días nos pusimos en huelga de hambre. Perdí trece kilos pero al menos me pagaron lo que me debían, y despertamos conciencias. Todo ello sucedió poco antes del 15 M.

Háblenos de su momento actual.

Los de Podemos me llamaron para presentarme a las elecciones europeas pero estaba física y mentalmente agotado. Siguieron con mucho interés lo de la huelga. Pero tras asistir a algunos debates políticos, llegué a la conclusión de que aunque soy una persona política, no lo soy de partido.

En estos momentos estoy ilusionado con la salida de este nuevo trabajo. En "La Gran dispersión", defiendo la idea de que para cambiar el mundo, lo primero es cambiar uno mismo. Sin un cambio personal profundo es imposible cambiar nada.

El 11 de marzo es la fecha de salida al mercado, y esperamos poder presentarlo en las ciudades más importantes de España.

Toda la información estará disponible en: www.elcircodelasmariposas.com

¿Hay ya alguna fecha confirmada?

Por ahora sólo la de la presentación oficial en Barcelona;

el 27 de mayo os esperamos en la sala Apolo II.