Foto: Alejandro del Estal

Jordi Maranges (Palma, 1975) lleva casi dos décadas siendo único. Nadie canta como él y nadie canta lo que él se lanza a contar. Tras aquel meteorito que fue El diablo en el ojo vinieron el dúo El piano ardiendo –estridente, según él–, su encarnación más hedonista como Jacques Casanova y, finalmente, tres EPs ya bajo su propio apellido.

Entrevisté a Jordi en 2011, y ya entonces su sagacidad deslumbraba tanto como su música. Y siempre con un cierto poso de gravedad, de los lastres individuales que genera el vivir de verdad. Hablar con él es una dádiva, un chorro de inteligencia lúcida. Se nota que es un gran lector: hay sabiduría que se aprende en la calle, pero hay otra, enorme, inabarcable, que solo se encuentra en los libros. Es un observador de la vida de primera línea y un narrador extraordinario de todo ello, que encapsula en grandes canciones.

Jordi Maranges presenta su nuevo EP, Món físic

“EN ESTAS CANCIONES NO QUERÍA FICCIONAR”

-Afirmas que con estas nuevas canciones has construido un mundo más confesional e íntimo. Diría que la novedad no es tanta: desde El baile de los cangrejos

-No tanto. El baile era más una tercera persona excepto en una o dos canciones. Es algo que en aquel momento me dio que pensar: la tercera persona siempre crea una distancia con lo que estás contando. Ahora he intentado seguir la máxima contemporánea de que cuanto más muestras, más de verdad eres. Pero no lo tengo muy claro: a menudo, la ficción es tan digna como la confesión.

-Hay una profunda mirada a tu infancia en estas canciones. ¿Nunca habías mirado hacia atrás tan lejos y tan detenidamente?

-No, nunca. Y podría haberlo hecho mucho más. Pero el mismo formato del EP con esas cuatro canciones funcionando tan bien entre sí bastaba para ello… (Largo silencio) Cantar sobre todo esto no me cuesta, pero hablar de ello…

-¿La “exposición” de tu sexualidad es la mayor apuesta?

-No es una apuesta, pero sí la habría en hablar de determinados episodios ocurridos y que fueron complicados para mí. A veces la música es como ir al psicólogo, aunque sé que existe el debate de si te estás mostrando demasiado. Y la respuesta a ello no la tengo. El motor de todo ha sido una ruptura sentimental: busqué las razones a aquel desastre redescubriendo mi infancia.

-¿Por qué el título del EP es Món físic

-Porque el mundo físico siempre ha estado en conflicto con el mundo de las ideas. Món físic es todo aquello de lo que vivía cuando era pequeño y que provocó que me sintiera tan solo. Por eso la letra de esa canción es la más abstracta: habla de lo físico, del cuerpo, de entenderlo.

-Cantas en La estación pactada

-Espero que sí.

-Supongo que descartaste tonos a la hora de narrar. Por ejemplo: atroz.

-Había canciones que tenían otra sensibilidad y que fueron descartadas por cohesión estilística. Me gustó mucho el último disco de Villagers, sencillo, descarnado pero sujeto a un concepto. En La estación, la canción que abre el EP, es evidente la influencia de ese álbum. Paco Tomás me dijo cuando me entrevistaba que me veía más sereno en este disco, y fue curioso porque yo me siento más convulso. De la meva infantesa me parece, a varios niveles, lo más audaz y heterodoxo que he escrito.

-Irreverente.

-Ya lo he sido en otras épocas.

-Humorístico.

-No me lo planteé. Estos asuntos tan autobiográficos tienes que dejarlos salir de la manera más clara. Aparte, no soy muy bueno con el humor. Circo del amor fue una excepcionalidad, aunque... (piensa) en El piano ardiendo –dúo que formó junto a Marc Melià– había mucha estridencia. El cazador –EP de 2014– sí es mucho más bizarro y truculento. Pero en estas canciones no quería ficcionar.

-Musicar recuerdos suele ser un recurso del artista para enterrar, superar, alejar.

-Para conjurar. Lo que decía: crear la música como sesión de psicoanálisis. Aunque diría que no es muy efectivo.

-Los que no somos nativos digitales, los que hemos vivido sin internet, sin Facebook, ¿tenemos más pudor a mostrarnos?

-Todos estamos arrastrados por la misma vorágine. Tal vez sí tenemos más perspectiva crítica. Vemos las cosas desde otro punto de vista, pero tampoco tiene por qué ser el más correcto. En la literatura de las últimas décadas se ha aplaudido el striptease emocional, y eso es lo que sucede en las redes sociales.

-¿Vivimos en la era más narcisista de la historia?

-Probablemente. Ahora la gente tiene acceso a una serie de herramientas que posibilitan que la miren constantemente. Facebook y compañía han dado con la tecla exacta: la necesidad de aprobación y de que nos aplaudan.

-Una sentencia tuya: “La pornografía, en el sentido de exhibicionismo, mata la poesía”.

-Estamos muy acostumbrados a buscar constantemente lo bizarro, el límite a las cosas. Tiene que ver con el culto a la juventud, con el “sé rebelde, sé diferente, sé tú mismo”. Y todo eso es una paleta muy reducida. El hecho de tenerlo todo disponible en un solo click es pornográfico. El erotismo es ir a la biblioteca o pasear porque sí, sin rumbo.