El impacto que generan en los adultos las experiencias adversas durante la infancia es algo conocido desde hace tiempo. Pero ¿hasta que nivel puede llegar? Según el artículo Childhood adversity and risk of suicide publicado en la revista de investigación Brithish medical Journal dichas experiencias se asocian con el riesgo de suicidio durante la adolescencia y las primeras etapas del adulto.

Los datos de esta investigación apuntan a que los sucesos relacionados con el día a día familiar, tales como no tener una residencia estable, la separación de los padres o el fallecimiento de uno de ellos, tienen una gran repercusión en el riesgo de suicidio que desarrollará la persona al llegar a la edad adulta. Pero eso no sólo guarda relación con someternos a un entorno familiar inestable o cambiante, sino también con las características de los miembros de dicho entorno. Así pues, determinadas conductas y características psicológicas de los padres, incrementan el riesgo de suicidio. Entre ellas podemos destacar el abuso de sustancias por parte de los padres y el que estos padezcan una enfermedad psiquiátrica.

Es especialmente llamativo el efecto acumulativo de este tipo de circunstancias. De esta manera, si el niño vive con más de una de estas circunstancias, el riesgo de suicidio puede llegar a duplicarse.

Según el Dr. Carbonell es importante tener en cuenta que los niños están en constante evolución y es preciso tener en cuenta que los factores adversos tienen un impacto muy significativo sobre su salud mental llegando a duplicar el riesgo de suicidio cuando llegan a adultos. Esto pone de relieve lo importe que es realizar una intervención temprana identificando y buscando soluciones a aquellas circunstancias que puedan afectar al niño.

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