Érase una vez un director con una idea loca, un arrebato de genio empedernido y convencido, un grito a un cielo cada vez más marcado por el tópico, empeñado en reinventar un cuento mil veces contado, una historia manida que, además, se encuentra en un apogeo inaudito con tres adaptaciones diferentes en menos de un año. En su cabeza, 'Blancanieves' no es un mundo de colores y silbidos armoniosos, ni una oscura aventura para todos los públicos, ni mucho menos una parodia de sí misma, no, para ese director es una oportunidad de indagar en los sentimientos humanos, en las motivaciones, una fuente inagotable de muerte, amor, tristeza, esperanza, resurección, locura y odio, envidia y pasión. Y puede ocurrir hoy, mañana o en una arrebatadora Sevilla de los años 20 donde el flamenco y la tauromaquia ponen banda sonora y universo al desaliento de unos personajes que habitan en el blanco y negro más luminoso que uno pueda imaginar. No importa que el año pasado un tal Michel Hazanivicius conquistara al mundo entero con una obra maestra, supuestamente, similar llamada 'The Artist', el director llevaba cocinando este festival para los sentidos desde mucho antes. Sobraban argumentos y razones. El tiempo, esquivo y malintencionado, también puede poner las cosas en su sitio, otorgar galones y medallas y dar la mano al valiente. Como sucede en esta ocasión.
Tras muchos esfuerzos, más de los que un servidor podría imaginar, el director asiste con orgullo al triunfo de su obra, recibe gustoso los primeros premios (Premio Especial del Jurado y Mejor Actriz en San Sebastián), vendrán más, y respira aliviado con la respuesta de un público que comulga con la propuesta y que, ojalá, sea capaz de correr la voz y otorgarle el éxito merecido. Porque estamos en tiempos donde los cuentos no tienen finales felices, los riesgos brillan por su asuencia, confundimos la genialidad con lo absurdo, y viceversa, y cada vez es más complicado encontrar una flor en el barro. Este director ha conseguido convertir este cuento en una película excepcional, asombrosa en su montaje, con una música maravillosa, renovando y engrandeciendo una historia sabida por todos. Entre toros, palmas flamencas, bailes de comunión, vaquillas y 'olés', 'Blancanieves' emerge como un hito, en varios sentidos, dentro del cine español de la última década. Un triunfo para todos, sí, pero sobre todo para ese director que se agarró a su idea y que se llama Pablo Berger. Colorín colorado, ojalá y este cuento nunca hubiese acabado.