En la orilla del mar, sobre todo por El Molinar, hay pescadores que prefieren contemplar las olas, en vez de dedicar sus esfuerzos a pescar. Durante mi infancia, mi padre me hablaba de los pescadores como si fuesen personas solitarias que proyectaban su paciencia en este acto curioso de sentarse en una roca, con sus aparejos colocados con mucho cuidado en una cesta de mimbre. Hay un poema de Raymond Carver, 'Boya', en el que se cuenta la experiencia de un niño que va a pescar con tres adultos, entre los cuales está su padre, en el río Columbia, cerca de Vantage. Uno de los amigos de su padre, dice el niño, 'me decía que un día me convertiría en un buen hombre, que recordara todo aquello y que fuera de pesca con mi propio hijo'. La personalidad quizás dependa de estas experiencias compartidas entre padres e hijos. Es decir, la experiencia de los ratos de ocio, lo que nos define en buena parte, porque es lo que se hace con la parte más espiritual de la persona, si es que este término se puede utilizar aún para referirnos a lo que hacemos como seres humanos.