Si las paredes hablaran, las del Teatre Sans rezumarían creatividad. Historia, arquitectura, patrimonio, literatura y hasta religión se esconden entre sus piedras, bajo la pintura, cuelgan del candil. En plena juventud, goza de una salud envidiable -operaciones aparte que contribuyeron a mejorar tanto el exterior como sus entrañas-, y presume de ser lugar de referencia de la escena teatral mallorquina. 25 años no son nada, diría aquel, pero para el Sans, este aniversario, es mucho más.

Antes de que los aventureros componentes de Trip Trup Teatre (más tarde compañía Estudi Zero) descubrieran este local abandonado y casi en ruinas en 1984, ocupaba su lugar un antiguo casal gótico de los siglos XIV-XV, residencia familiar convertida en teatro a principios del siglo pasado, "concretamente en torno a los años veinte", dice Pere Mestre, uno de los grandes valedores de este escenario de Ciutat.

De Casino Republicano en la década de los años treinta pasó a ser la sede del Círculo de Obreros Católicos, momento en el que se programaron temporadas teatrales de manera periódica. Así, entre los años 1940 y 1941, la compañía Cortès-Forteza-Catany representó, entre otras, Marianela, de Benito Pérez Galdós; Flor de un día, de Francisco Camprodon y El alcalde de Zalamea, de Lope de Vega. Sobre sus tablas, y amparado por la compañía de aficionados Artis, también pasaron Francesc Forteza, las hermanas Riera o Manuel Tubert.

Pero en los setenta, el edificio y las actividades del Círculo comenzaron a decaer hasta desaparecer de la memoria de muchos. "Lo cierto es que cuando lo vimos todos supimos que habíamos encontrado lo que necesitábamos. Estaba casi por completo en ruinas pero tenía muchas posibilidades. Aún se distinguía el escenario, el sistema de poleas...", recuerda un Pere Mestre que, con nostalgia, evoca aquellos primeros meses de duro trabajo junto a Dominic Hull, Pepa Ramón o Xim Vidal.

Fue el 27 de marzo de 1984 cuando el Sans alzó de nuevo el telón tras una pequeña reforma -se limpió y se arreglaron los plomos- con la representación de El darrer Klínex y Stratostòries a las que siguieron las piezas L´ós y El prometatge, de Txèkhov. "Aún no estábamos en condiciones de ofrecer una programación continuada, de hecho, fue un periodo un tanto convulso, con muchos contratiempos debido al estado del edificio. En más de una ocasión se nos caían encima trozos pequeños de pared".

Pero hablar del Teatre Sans es referirse de manera paralela a la historia de Estudi Zero Teatre.

En 1995, desavenencias internas entre varios miembros de Trip Trup provocó la desaparición de la compañía y el nacimiento de Estudi Zero Teatre que se fijó como objetivo lograr una programación estable y la reforma integral del edificio. A la espera de presupuesto, optaron por hacerse un nombre apostando por espectáculos poco convencionales y llenos de creatividad. "En aquellos años la única competencia era el Rialto y el Xesc Forteza y su público era diferente al que nosotros queríamos dirigirnos. Así que pudimos convivir con dignidad con ellos a pesar de su larga trayectoria", explica un Mestre que se planteó como meta "jugar a hacer teatro, buscar cosa nuevas". Fueron los meses de La cantant calba, L´Hostalera y Tocat d´amor.

En 1989, Estudi Zero Teatre logra un acuerdo "muy ventajoso" con la familia propietaria del edificio y lo adquiere en propiedad. Comenzó una nueva era.

En estos 25 años, dos crisis -"aunque el teatro siempre está en permanente depresión lo que duele es el retraso de las ayudas institucionales"-, una reforma que arrancó en 1992 y no vio la luz al final del túnel hasta diez años después y un gran hito, la Escola de Arts Escèniques. "Fuimos los primeros en ofrecer cursos para actores en Ciutat y les dimos la posibilidad de ´lucirse´ sobre las tablas. Es de lo que más orgulloso me siento", asegura Pere Mestre. Aunque, más sincero, confiesa que su mayor logro ha sido La familia Sans, montaje inspirado en las tiras cómicas de Chass Addams y que fue vista por más de 14.000 espectadores, anécdotas incluídas con apagones en medio de la representación que "se incorporaron al argumento con total naturalidad".

El pasado viernes el Sans sopló las velas. Pero la gran fiesta tendrá lugar a finales de septiembre. El programa de eventos incluirá una exposición, la publicación de un libro y una reinauguración oficial.