A veces la ciencia y la historia se hermanan por vías tan hermosas como sorprendentes. Una semana antes de que se cumpla el siglo y medio de la aparición del Origen de las especies de Charles Darwin, los biólogos Peter y Rosemarie Grant, de la universidad de Princeton (New Jersey, EE UU), han comunicado el posible nacimiento de una nueva clase de pinzones en las Galápagos.

Los pinzones fueron una de las principales claves que pusieron a Darwin sobre las pistas de la selección natural. En su diario de viaje a bordo del Beagle, el naturalista que dio paso al paradigma más potente erigido nunca en las ciencias de la vida se maravilló de la variedad de formas que existían en el archipiélago de las Galápagos, con tortugas y aves distintos de isla en isla. El caso de los pinzones, con los picos adaptados a tipos diversos de alimentación, ha sido desde entonces el ejemplo mejor para ilustrar la manera como actúa la selección natural al separar en diferentes grupos aislados lo que antes eran sólo poblaciones dispersas de una misma y única especie. La constatación por parte de los Grant de un episodio de ese estilo justo en el momento en que se inicia es una manera bien poética de celebrar el aniversario del libro de Darwin.

Un cuarto de siglo atrás, Peter y Rosemarie Grant dieron en Daphne Mayor con un pinzón Geospiza fortis más grande de lo habitual en esa isla que, pese a su nombre, es diminuta. La razón de la anomalía del ave la proporcionó su análisis genético al indicar que se trataba de un intruso venido de Santa Cruz, una isla cercana y mucho más grande. Los Grant dieron al pinzón recién llegado la numeración 5.110 y, como narra la revista Nature, siguieron de cerca su descendencia a lo largo de siete generaciones. En especial, la manera como se fueron cruzando los herederos del 5.110 con los otros Geospiza fortis de Daphne Mayor.

Durante la vida de la cuarta de esas generaciones –los tataranietos, vamos– se produjo un efecto de cuello de botella a causa de una sequía más intensa de lo habitual. La población de descendientes del pájaro 5.110 se redujo a dos: un macho y una hembra. Con la particularidad de que, desde entonces, ni ellos ni sus sucesores se cruzaron con los otros pinzones de la isla. Se había producido el aislamiento reproductivo que es entendido, desde las propuestas de Dobzhanski y Mayr, como la condición propia de toda especie y la explicación mejor de por qué la evolución actúa sólo dentro de cada linaje. Cualquier cambio genético en los miembros de una especie queda confinado dentro de los límites de ésta porque la hibridación con otros miembros de especies cercanas, si acaso se produce, no da lugar a individuos fértiles.

Los Grant han publicado en los Proceedings of the Nacional Academy of Sciences su testimonio acerca de la aparición de un aislamiento reproductivo que, con el paso del tiempo, quizá dé lugar a una nueva especie. Ojalá que, de aparecer, la llamen Geospiza pulcher. Una maravilla así, se lo merece.