Enclavada en la frontera con Tailandia, esta aislada y polvorienta aldea camboyana fue donde hace una década Pol Pot, Son Sen, Nuon Chea, Jieu Samphan y Ta Mok, "El carnicero", consumieron sus últimos días como líderes revolucionarios.

De todos ellos sólo siguen con vida Nuon Chea y Jieu Samphan, arrestados desde 2007 en la sede del tribunal internacional que les juzga como responsables del genocidio de 1,7 millones de personas entre 1975 y 1979, el periodo en el que gobernaron Camboya.

"Podemos ver la casa de Pol Pot, su tumba y la casa de Ta Mok", indica Non, un joven conductor de mototaxi, y a continuación expone el auge de visitantes que acuden al lugar para ver los vestigios de los últimos jemeres rojos.

La llegada de turistas coincide con un incipiente crecimiento de Anlong Veng, cuyos habitantes hasta el momento habían vivido del contrabando y de la tala ilegal de árboles, actividad esta última venida a menos por falta de existencias.

A ocho kilómetros del pueblo se alza la cordillera de Dangkrek que, como si de un muro se tratara, delimita la frontera con Tailandia.

En la cima, justo antes de cruzar el puesto fronterizo, un puñado de barracas rodeadas de escombros forma la aldea de Choam, dedicada casi en exclusividad a la prostitución y a la venta de tabaco a los vecinos tailandeses.

Es allí donde en 1998 fue incinerado en una pila de neumáticos y maderas el cadáver de Pol Pot, quien falleció el 17 de abril de 1998 mientras estaba confinado en una choza de las afueras de la aldea desde que fuera juzgado por un tribunal popular y condenado a vivir apartado del resto de sus antiguos correligionarios.

El Ministerio de Turismo colocó en el lugar de la pira una chapa metálica, ahora medio oxidada y que atiende diariamente algún vecino que ofrece agua, te, incienso y cigarrillos para complacer el espíritu del que fuera el Hermano número uno del Jemer Rojo.

De Choam parte un camino arenoso rodeado de minas que lleva hasta los refugios que habitaron los cabecillas de la antigua República Democrática de Camboya y que se levantaron alineados a escasos metros de la frontera para facilitar la fuga al país vecino en caso de peligro.

Uno de ellos perteneció a Pol Pot y se conserva poco más que la estructura chamuscada y varios mensajes escritos en las paredes por visitantes y espontáneos.

Unos matorrales separan la casa de un pequeño hotel restaurante colgado en el acantilado desde el que se abarca la llanura camboyana.

"El propietario es un soldado de Ta Mok, se llama Eth", susurró asustado Non mientras mira de reojo para asegurarse que nadie más le oyera.

"El carnicero" todavía infunde temor entre los habitantes de Anlong Veng, a pesar de que hace casi diez años de su arresto, en 1999, y tres de su muerte en prisión.

Su casa es otro de los sitios explotados por las autoridades, que lo convirtieron en museo a los pocos meses de asaltar el inmueble y detener a "El carnicero".

En el interior quedan murales diseñados por el que fuera uno de los jemeres rojos más sanguinarios, aunque no todo el mundo tiene a Ta Mok en tan mala consideración.

Este es el caso de la mujer camboyana Son, de 65 años, que sirvió al último cabecilla y que hoy cobra 12 dólares al mes del Estado para mantener limpia la casa-museo.

"Me gustaba Ta Mok. Me pagaba 1.000 baht (21 euros o 28,6 dólares) y me daba comida", dijo Son, justo antes de agacharse para encender unas barritas de incienso en honor a su antiguo señor.