IMDB, la base de datos más completa de internet, contabiliza 259 apariciones de José Luis López Vázquez en el cine y la televisión. Un resumen de la filmografía de este actor es un compendio del cine español del último medio siglo: Desde Los jueves, milagro hasta Torrente 2, desde Lo verde empieza en los Pirineos a Sor Citroen y La colmena. Trabajó con directores que ocupan las páginas principales de las enciclopedias: Berlanga, Ferreri, Bardem, Mercero, Saura, Gutiérrez Aragón, Camus y, como no, Forqué o Lazaga. Era capaz de ponerse a la altura de Andrés Pajares y de Dustin Hoffmann (o a la inversa; Concha Velasco asegura que el americano se inspiró en el recién difunto preparando Tootsie); de alternar con Nadiuska o con Liz Hurley; de aceptar libretos de Shakespeare y Mariano Ozores. Sin desdes ni hastas, en La cabina y Mi querida señorita dio dos recitales de interpretación en registros absolutamente opuestos, atrapado en un ataúd de cristal y en una peluca femenina. Aceptó mal, menos mal que Fernán Gómez, el paso del tiempo. Sus breves apariciones en televisión (Los Serrano, Hospital Central, Cuéntame) fueron homenajes más explícitos que el honorífico Goya. El cambio de siglo, los cambios provocados por internet, los videojuegos, la cultura de usar y tirar, le pasaron por encima. No pudo, supo o quiso cruzar el charco; en contadas y tímidas ocasiones atravesó los Pirineos. No le hicieron ningún homenaje en Nueva York. No lo necesitaba.

López Vázquez tenía el físico correspondiente a sus apellidos, bajito, calvo y con bigote… rasgos que compartió con miles de españolitos y cientos de actores. Se diferenció, creó su imagen de marca, potenciando sus enormes y expresivos ojos y un variable mostacho marxista (tendencia Groucho). El público le adoraba por la cercanía que transmitía, sus compañeros de camerino envidiaban su variedad de registros, los directores le llamaban por su versatilidad y profesionalidad. Incapaz de explicar de dónde salía ese torrencial talento, él lo definió, se definió, como esclavo de un orden incierto