Susan Martin (Palma, 1977) toca piano, saxofón y guitarra, el primero con la carrera terminada entre Palma y Madrid. Se gana la vida cantando. E interpretando, un oficio aprendido en California y Nueva York. También danza, todo lo que echen, con el clásico, moderno y jazz aprobado en Rosemary Rhem. Ha puesto voz a personajes Disney; óigase Caliope en Hércules. Acompañó a Serafín Zubiri en Eurovisión, y se fue de gira con Enrique Iglesias, su corista en los discos Cosas del amor y Enrique. Tras participar en Jesucristo Superstar (como Maria Magdalena) y Cabaret (Texas), ahora forma parte del elenco protagonista de 40 El musical, recién estrenado en la Gran Vía madrileña, una (tragi)comedia romántica que repasa cuatro décadas de radiofórmula. Su personaje, Sara, vive enamorada de dos hermanos, una situación difícil.

–¿Mallorquina, a pesar de su currículum?

–Totalmente. Viví en Mallorca hasta los 17 años, y después me marché para aprender. Me quedé diez años en Estados Unidos, y ahora estoy en Madrid, es un poquito mi historia. Cuando puedo, o cuando me dejan, me escapo a Palma a ver a mi madre. Pasear por la Seu todavía me ayuda a poner la cabeza en orden.

–Sería más rápido preguntarle por los instrumentos que no toca.

–No te creas. Soy pianista porque mi madre y mis hermanas (Eloisa y Loren) lo eran. Lo del saxofón fue un reto, superación personal. Tuve que aprenderlo para Cabaret, practicando seis horas diarias durante tres meses; terminaba con el labio sangrando. La guitarra la toco porque me gusta.

–Sólo le falta el disco.

–En Estados Unidos surgió la posibilidad de grabar con Columbia Records (Sony), pero no llegó a cuajar. Desde que volví a España no he parado con los musicales, no he tenido tiempo para otra cosa. De todos modos, sacar un disco aquí es mucho más difícil.

–¿Y la banda?

–La tenemos, Susan Martin & The Dragonfly Band. Hacemos funky.

–¿Lo suyo es una bendición?

–Es una vocación. La música es una bendición, y un problema. No me imagino haciendo otra cosa, a pesar de lo duro que puede llegar a ser. Es una forma de vida, llena de altibajos de los que se puede aprender mucho.

–En este musical se apoderan de las canciones de otros, de muchos otros. ¿El miedo a la versión es más grande?

–Estamos respaldados por los personajes. Las canciones forman parte de la historia, tienen sentido dentro del viaje personal de cada personaje. Surge algo y ellos sienten la necesidad de cantarlas. Más allá del día del estreno, donde entre el público estaban casi todos los artistas, el miedo no es particular.

–¿Qué versiones le ponen más?

–Hay un momento especial, dulce y tierno, con mucho sentimiento, cuando canto Sin miedo a nada, de Álex Ubago. También con el Corazón partío, el mayor pelotazo musical de nuestra historia, que jamás pensé que terminaría cantando.

–Su personaje tiende a "complicarse la vida", con "optimismo". ¿Se parecen?

–En algunos aspectos sí, y no sé sí es algo bueno. Tengo su misma energía, y, muchas veces, el corazón y la cabeza enfrentados.

–Su Sara está enamorada del hermano de su novio. Un poco de culebrón sí que hay

–Suena mal decirlo así, dejémoslo en ´culebroncillo´, y de los que tienen final feliz.

–¿Más difícil esta Sara que Texas o María Magdalena?

–Creo que ha sido un reto mayor, aunque todos los han sido. Aquí tengo muchas escenas y toco todos los palos, interpreto, canto y bailo. De todos modos, todavía alucino cuando pienso en lo que hice con el saxo en Cabaret.

–El libreto del musical es de Daniel Sánchez Arévalo. ¿Le pasó su currículum?

–No he tenido el morro de hacerlo, pero le recordaré que en algún momento creativo me tenga en cuenta. Conocerle ha sido fantástico. es una persona muy tímida, muy dulce y muy creativa. Ha sabido aportarle mucha emoción a todos los personajes.

–Secun de la Rosa ha dirigido a los actores. ¿Es tan gracioso como parece?

–Es el tipo más divertido del mundo, con una creatividad sin límites. Ha sacado jugo a todas las escenas cómicas del musical, se nota que tienen su firma.

–Eurovisión ya no es lo que era. ¿Volvería?

–No sé sí iría como cantante, me tendría que ver en la encrucijada, aunque aquella semana que pasamos en Estocolmo fue muy chula.

–Girar con Enrique Iglesias fue una experiencia religiosa.

–Exactamente. Aquello me pilló con 21 años y nos recorrimos el mundo entero, lo repetiría con los ojos cerrados. Enrique es una persona súper dulce. Y muy humilde.