La retomada y nueva titularidad de nuestra Simfònica evidenció en el primer concierto de temporada algunos cambios formales, dignos de agradecido respeto para el aficionado. Aludir, ante la observable mutación, a motivos de edad (cuestión cronológica), o a la recopilación de pasados errores, invita al equívoco. Mejor es atender a un presente que Salvador Brotons reconsideró de cara al futuro, pese a que tal conducta no lograra, en su primer concierto, conducirla hasta el final, debido a la interpretación exaltada de la Gran Puerta de Kiev, décimo y último ´cuadro de la exposición´ que Mussorgsky, al piano, y Ravel desde su transcripción orquestal, urdieron un Paseo a prueba de futuras y reiteradas ejecuciones públicas. La Puerta hizo perder los estribos al podium, entre simbologías toreras de banderillero, y saltos de altura, vitoreando el acceso. La contención quedaría, pues, emplazada para mejor ocasión... y en beneficio, diría, de la buena versión que, con sutiles morcillas, ofreció Brotons de la partitura, al dictado impecable de la Ciudad de Palma.

El programa presentó un galante tutti fruti francés de conocidas breves composiciones románticas de Chausson, Bizet, y Saint-Saens (con brillante incursión solista de violín y chelo, a los arcos gemelos de Nitai y Hillel Zori ). Interesa destacar la obra que lo inició, Konitenci, del compositor mallorquín Jaume Mas Porcel, que expone sucinta y concretamente diminutas formas mundanas y bailables, no obstante la escritura adolece de fácil recreación populista. Su inteligencia, repudia en el autor toda fácil concesión al acomodo.