"Cada viaje exigente, y el de la Antártida ha sido uno de ellos, te cambia como persona", afirma Camilo José Cela Conde, quien el próximo miércoles presentará en Madrid, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, su libro Hielos Eternos. Un antropólogo en la Antártida (Ed. Le Pourquoi Pas?).

A pesar del aviso del explorador de la Antártida y sobreviviente de la expedición ´Terra Nova´, Apsley Cherry-Garrad –"la exploración polar es la forma más radical y al mismo tiempo más solitaria de pasarlo mal que se ha concebido"–, Cela Conde quiso embarcarse en febrero de 2008 en un viaje al continente helado, "para poder transmitir lo que se siente un siglo más tarde, cuando se pisan los parajes de los hielos eternos con la memoria puesta en quienes llegaron antes".

Siguiendo los pasos de Jean-Baptiste Charcot y otros pioneros en la conquista de los mares antárticos, el antropólogo y colaborador de DIARIO de MALLORCA describe en Hielos eternos una experiencia vital que se inició en Punta Arenas, la "ciudad última", en la que "el viento es el rey", y que alcanzó sus momentos culminantes en el Estrecho de Magallanes, en el Cabo de Hornos o contemplando la lengua de un glaciar.

"La Antártida se encarga de que algo muy profundo, algo que se esconde allá en lo más hondo de tu cerebro, cambie para siempre después de ver la banquisa, los témpanos, los glaciares; luego de entender que sigues vivo porque ningún espectro quiso aplastarte", escribe Cela Conde.

Una sensación que el también novelista y marinero ha notado "varias veces" en su vida: "en las montañas Tugen de Kenia, en el desierto del Sahara, bajo las venticas del Klein Matterhorn, a 3.800 metros de altura, o entre las olas del Golfo de León, durante una travesía de Menorca a Cerdeña con Carlos Agustín", precisamente el escritor y fotógrafo que ha elegido para la presentación de sus Hielos eternos en Madrid.