Telma empezó a hacer currículum desde la boda de su hermana. Quiso empapelar a la prensa porque deseaba pasar inadvertida. Y exigió ante un juez opacidad para su vida personal: no quería ser un personajillo público de papel couché, mas sí un cargo público de Boletín Oficial del Estado, como ahora se evidencia. El ayuntamiento de Barcelona acaba de crearle un puesto como subdirectora de Proyectos del departamento de Relaciones Internacionales. La reestructuración del área, en plena crisis, ha sido la excusa para el enchufazo. No sé cómo sentará a los barceloneses que en un momento económico como éste se amplíe el arco de países beneficiados por estos proyectos, pues Ortiz se encargará de reforzar las relaciones de la ciudad con Asia y el Pacífico. Unos vínculos imprescindibles, vamos, cuando en Barcelona todavía quedan por terminar 20 grandes obras públicas que se quedarán a medias por falta de financiación. Y ojito, que el problema tampoco son las putas.

Telma la cooperante ha buscado la ocultación de su vida privada mediante la estrategia de la franqueza, aparentando integridad cuando denunció a una treintena de medios de comunicación. Llegó a expresar incluso que el casamiento de su hermana la había perjudicado profesionalmente, al tener que cambiar de domicilio constantemente. Optó por el papel de víctima. Y es así, con la sucia táctica de mantener una imagen inmaculada, como intenta colarnos la doblez cometida al aceptar el carguete que le servirá para pagar las costas cuando perdió la demanda judicial ante teles y revistas. Bien mirado, parece que la hermana de la princesa de Asturias es una de esas personas que no puede ni beberse una taza de café sin una estratagema. A este paso va a convertirse en la mejor cooperante de su mala prensa. Y luego, que no se queje. A ver si Telma se atreverá ahora a demandar a los medios cuando éstos controlen sus gastos y cuentas, o si investigan sobre sus certificados de catalán. Quién sabe si la veremos en esos reportajes donde se refleja la existencia disipada que parecen tener todos los situados en la vertical línea de sucesión de la monarquía: una vida con un buen cargo (véase a Urdangarín en Washington) que transcurre en pistas de esquí o a bordo de yates. Porque Barcelona está a un tiro de piedra de Baqueira y Mallorca.