Lleva más de 50 años de carrera, pero, anoche, Plácido Domingo debutó en Mallorca. Lo hizo en un velódromo, el Palma Arena, demostrando que el bel canto, además de resistir al paso del tiempo, es capaz de adaptarse a cualquier entorno. Y en un concierto solidario, poniendo su voz al servicio de las personas con riesgo de exclusión social.

El director mallorquín José María Moreno fue el primero en subir al escenario. Su batuta acompasó a los músicos de la Orquesta Clásica de Mallorca y de la Jove Orquestra Balear, que interpretaron la obertura de El barbero de Sevilla, una pieza de tono humorístico con la que se materializó la intención de Domingo, que se proponía una vez más huir del elitismo.

Después, el cofundador de Los Tres Tenores apareció en escena, acompañado del director Eugene Kohn. Su humilde saludo, la unión de su portentosa voz con la de los cantores de la Capella Mallorquina y de la Coral Federativa de Baleares de la mano de Priere: O, souverain, de la ópera El Cid, y los sencillos pero sentidos gestos con los que aderezaba su actuación fueron seguidos por varios miles de espectadores, que no lograron llenar el aforo aunque abarrotaron la zona más económica.

Uno de los habituales del verano mallorquín, Florentino Pérez, que departió junto a su esposa Pitina con Rafel Nadal; el ciclista Joan Llaneras; el presidente Antich; su homóloga en el Parlament, Maria Antònia Munar; y los consellers Cañellas, Nadal, Barceló y Galmés, entre otros, fueron alguno de los rostros populares que se dejaron tentar por Domingo y la soprano puertorriqueña Ana María Martínez, con quien el madrileño desgranó un programa con concesiones al público germano y un extenso homenaje a la zarzuela que tanto ama en la segunda parte.

Antes, un gesto de alivio apenas perceptible se había posado en su rostro. Fue al término de una de las arias más desconocidas del programa, Lamento di Federico. Tal vez entonces se dio cuenta de que su bautismo de fuego en la isla había sido un éxito.