Arrancó con fuerza y puntual –demasiado, ya que muchos estaban aún en la puerta esperando acceder al recinto– un seductor Miguel Bosé que no se anduvo por las ramas. Para empezar, Amante Bandido, uno de sus grandes éxitos, preludio de la noche que se avecinaba y que dejó boquiabiertas a sus cientos, miles de seguidoras que acudieron a uno de los conciertos más esperados del verano. Repetía parada en la isla el cantante con su Papitour pero eso no se hizo notar en el entusiasmo de la afición. Dos horas de reloj en un recital que combinó momentos de dance con ritmos mucho más románticos. Porque así es él, camaleónico.

Minutos antes de que estallara la locura en la Plaza de Toros, hacían acto de presencia en el escenario Bimba Bosé y sus The Cabriolets. La sobrinísima del artista sorprendió con un vestuario, cuando menos, poco convencional, en un intento de disimular las carencias de su grupo. Si lo logró, es un misterio, porque el público estaba más pendiente de pedir un refresco que de su actuación. Lo mismo debía ocurrir en el backstage donde Cristina Macaya, Iván Campo, Elena Benarroch, Ana Nadal o María March deseaban suerte al gran protagonista del evento.

De negro impoluto, más en forma que nunca y con esa sonrisa pícara que le acompaña desde que hizo bueno a Don Diablo –tema con el que, por cierto, acabó el espectáculo– Bosé dio las buenas noches a Palma tras una batería de canciones. Sereno, Duende, Nena o Bambú abrió el apetito en la audiencia donde se pudo ver a una entusiasmada alcaldesa de Palma, Aina Calvo, o la consellera de Educaciò i Cultura, Bàrbara Galmés.

Por entonces, muchos se preguntaban si aquel guitarrista bajito, con pelo canoso y barba de varios días era quién creían que era. Y sí, sus sospechas se confirmaban tras una muy aplaudida interpretación de Sevilla y Gulliver. El cocinero Sergi Arola se arrancaba, eléctrica en mano, y se unía al resto de la banda en un mano a mano que les unió hasta Partisano, momento en el que arrancó "el recorrido" por los treinta años de carrera. Linda, Amiga, Creo en ti y Te amaré encendieron las mecheros. Aunque los flashes deslumbrantes estaban apunto de llegar.

Salió a escena Bimba Bosé y no hizo falta nada más. Todos sabían qué canción seguiría. Como un lobo fue, más que coreada, gritada a los cuatro vientos. No le quedó a la zaga Super Superman o Morena Mía, las últimas de la noche.

Y como los aplausos no cesaban y las dos horas parecían escasas, doble tanda de bises con Nena y Don Diablo. Para entonces, media Palma –el volumen estaba tan alto que la voz de Bosé era audible en la zona de s´Escorxador– ya aullaba a su son.

Queda artista para rato. Y si quiere repetir concierto, que repita. Seguro que vuelve a llenar... y a enamorar.