Lleva uno de los títulos mas destacados de la nobleza española, conde de Fontanar, el mismo que usó el XII duque de Osuna antes de acceder a la jefatura de la casa. Francisco de Borja Carvajal y Argüelles pertenece a una de las grandes familias de España, con mil años de historia y emparentada con todas las grandes casas españolas. Es artista y se le nota. Vive en uno de los sitios más emblemáticos de Mallorca, la Cartoixa de Valldemossa, donde sus antepasados quisieron abrir casa de verano dotando al edificio de una funcionalidad perdida mucho antes de que se convirtiera en museo. Tiene desde su nacimiento la seguridad de pertenecer a una clase de hombres privilegiada y no lo rechaza, antes al contrario. Carvajal pone en valor su ascendencia y defiende su libertad de artista más allá del tópico que algunos se empeñan en perpetuar.

–¿Cómo se siente viviendo en este sitio tan emblemático que además acogió al Rey en su primera visita a Mallorca?

–Es mi casa y la de mi familia. Antes era más grande pero la hemos dividido y a mí me ha tocado este trozo donde se encuentra la logia en la que se hizo una foto en la que al Rey le están cortando el pelo en su primera visita a Mallorca, con don Alfonsito, su hermano, invitados por mi abuelo a pasar unos días de verano.

–¿Vive aquí todo el año?

–He pasado largas temporadas. Vine hace diecisiete años para pintar, pero después he vivido en Londres, donde mi madre tiene cierta patente de corso, lo que me facilitó las cosas. Mi abuela materna, Margarita Salaverría fue la primera mujer diplomática de España, durante la República. Mi abuelo Jaime también era diplomático y acompañó a su mujer en su destino londinense como secretaria de embajada durante la Segunda Guerra Mundial cuando era embajador el duque de Alba. Mi madre se crió en Londres, así que entiende muy bien esa cultura que tanto me ha marcado. Vivía entre gente interesante, mi vecino era Claus von Bühlow, un hombre de aspecto imponente. Desde ahí empecé a viajar y a aprender cosas de este mundo, una suma de personajes.

–¿A quién de estos personajes le hubiera gustado retratar?

–Al que me lo hubiera pedido. Hay una cuestión de mercado que me induce a retratar sólo al que me lo pide. En esa época inglesa tenía un estudio eduardiano precioso que había que mantener. Yo ya había vivido en Mallorca porque me parecía el único sitio de España donde hay una cierta polinización por la distinta procedencia de la gente. En este país hay una carencia de democracia de relaciones que sólo encuentro aquí. Enseguida te encasillan en un rol. Hay muchos prejuicios contra los que luchar.

–¿Cómo ha sobrevivido a este encasillamiento de noble que pinta cuadros?

–Gracias a mi madre. Tengo suerte porque tengo todos los palos. Mi abuela materna provenía de la intelectualidad más modesta social y económicamente. Mi abuelo Jaime Argüelles Armada era de la alta burguesía, fundadores del Banco Español de Crédito. En el momento que entró Mario Conde era Presidente de la Unión y el Fénix, vicepresidente de Banesto y ya predijo lo que después pasó porque encajaba en un patrón fácilmente reconocible. Vivía en un mundo financiero muy poderoso y en cambio en mi familia paterna se vivía al estilo de las antiguas familias de la nobleza castellana. Era un mundo financiero al que le podías poner una corona encima pero con una cultura que la nobleza antigua no tenía. Era una combinación perfecta. Yo a los clásicos aristócratas los veía decadentes y rancios. En mi casa era distinto, más americano. Mi abuelo Paco Fontanar era muy amigo de Don Juan y fue su secretario político en el exilio. Estuvo en las conversaciones con Franco para traer al entonces príncipe a estudiar a España. De hecho organizó en su finca Las Jarillas la escuela donde estudió el príncipe al llegar a Madrid desde Portugal. Era un hombre de mundo que en la España de entonces no existía. Fundaron en Nueva York el Spanish Institut, mirando hacia fuera. A nosotros nos transmitieron la cultura del tránsito de la aristocracia a la meritocracia. Un cambio que parte de la nobleza española no ha sabido hacer. España siempre ha sido muy cainita.

–¿No le ha interesado desmarcarse de los de su clase?

–No, siempre he querido tener una presencia. No quiero ser el renegado de la tribu. No quiero prescindir de unas cosas que considero que son buenas. El público quiere que reniegues porque hay mucho prejuicio. Determinado grupo social piensa que no puedo dedicarme al arte por ser quien soy y pretende que renuncies y te conviertas en un militante. Me ha pasado en los dos bandos. He sido mal estudiante de Los Rosales hasta que descubrí la pintura. Salía mucho por la noche cuando reinaba Almodóvar y Banderas empezaba a despuntar, la famosa movida. Yo era un pijo vetado que invadía un terreno al que para entrar se pedía una claudicación. Pienso que no hay que traicionar al clan o tribu. Me lo exigían. El precio es que reniegues. Pienso que hay cierta desconfianza. Todos llevamos cierto bagaje fijado en el ADN. La aristocracia de este país ha sido muy dejada, pero no todo ha sido malo.

–¿Por qué esta dejadez?

–España ha sido un país pobre. Veo papeles antiguos de casa donde se ve que éramos un sistema feudal en pleno siglo XX. Aquí estaba muy unida la iglesia con la nobleza y con la desamortización se vinieron abajo muchas familias. Cataluña fue capaz de crear una nueva aristocracia titulada que provenía de la burguesía industrial. Los títulos que no han hecho este tránsito van a desaparecer porque en el fondo el título es el poder que lo acompaña, lo que le da su sentido.

–¿Qué le parece la ley que iguala hombre y mujer en la sucesión nobiliaria?

–Me parece bien en el sentido ecuánime de que por ley habrá que aceptarlo. Creo que el sistema español no es muy bueno de base porque lo utiliza con sentido patrimonial. Es como si a un rey le dejas un título sin país, no sirve de nada. En la mitad de las familias ha creado problemas porque creo que se ha hecho de forma poco meditada y que hay ciertas dosis de oportunismo. Es bastante retroactiva. Se debería haber hecho como se ha hecho en la Familia Real que conserva al príncipe como heredero por delante de la infanta Elena y se esperará otra generación para el cambio para no desposeerle de lo que ha estado esperando los últimos 35 años. Me temo que esto va a suponer el fin definitivo de la nobleza por la cantidad de división que esta causando en su seno.