Andrés Ripoll (1933) ha vivido como mallorquín, a pesar de haber nacido en Barcelona. Ingeniero Politécnico, ayudó a la NASA a llevar al hombre hasta la Luna hace 40 años, encargado de gestionar las comunicaciones con la tripulación de diez misiones Apollo. Ya jubilado, miembro activo de varias academias de ingenieros, recuerda humilde que creó y dirigió durante 13 años la Estación de Seguimiento de Satélites de Villafranca del Castillo; un observatorio de la Agencia Espacial Europea que inauguró el telescopio precursor del Hubble. En 1988 creó y comenzó a dirigir el Centro Europeo de Astronautas, la escuela de Pedro Duque. Guarda en su casa autógrafos de la generación Armstrong, inclusive las rúbricas de los cosmonautas rusos. Todos le han agradecido un trabajo profusa y oficialmente reconocido.

–¿Era necesario viajar a la Luna o fue un capricho de Kennedy?

–El proyecto tuvo mucho de política, hay que situarlo en el contexto de la Guerra Fría. Los rusos pensaban que les habían dado en las narices a los americanos con el lanzamiento del Sputnik, el envío al espacio del primer ser vivo (la perrita Laika) y del primer ser humano (el cosmonauta Yuri Gagarin) o con las primera observación de la cara oculta de la Luna. Estados Unidos quería convencer de que podía defender a Occidente, de que tenía mejor tecnología que ellos.

–Los rusos nunca protestaron. ¿Es la prueba inequívoca de que se llegó?

–La mejor prueba, para mí, es que yo tenía delante las antenas que apuntaban a la Luna para poder hablar con la tripulación, una posición privilegiada. Pero con esto no convencerás a nadie, el resumen que siempre se hace en los medios es que existen los extraterrestres y que el hombre no llegó a la Luna.

–¿Cuánto costó el proyecto ´Apollo´?

–Una barbaridad, sólo calculable extrapolando. La NASA tenía un presupuesto anual de 3.000 millones de dólares y con el proyecto Apollo lo dobló. Lo cierto es que en menos de una década se hizo lo que no se había conseguido nunca, se mandaron cápsulas tripuladas al espacio, se pudo ensamblarlas y se vio la Luna con precisión.

–Participó en el ´Apollo-Soyuz´, la primera colaboración de americanos y rusos. ¿Fue también un pequeño paso para el hombre?

–No, porque una vez terminado continuaron con su guerra, una guerra estúpida.

–¿La Estación Internacional Espacial es la antítesis de aquella situación?

–Es el mejor ejemplo de la colaboración y unidad que existe hoy, el proyecto que más países ha asociado. Antes, la mayoría de la tecnología era secreta, estaba tras el ´telón de acero´.

–¿La NASA nos sigue generando complejo de inferioridad?

–La Agencia Espacial Europea se dedica a otras cosas, no deriva 3.000 millones para el mantenimiento de transbordadores. Gasta menos, pero hace una Ciencia igual de buena.

–¿El interés de España por el espacio está a años luz de los demás países?

–Es un país relativamente pequeño, aunque lo que hace tiene calidad. Aporta el 3-4% de los 3.000 millones de presupuesto de la ESA, además de tener su Programa Nacional. Cuando lo empezamos era muy baratito, supongo que ahora es más fuerte.

–¿Qué ha sido más importante, la valentía de Galileo o su telescopio?

–Galileo fue un valiente que se atrevió a decir cosas por las que podías ser quemado. Gracias a su telescopio, a sus observaciones, se comenzaron a desmoronar las ideas aristotélicas y se pudo ver que la tecnología era importantísima para investigar mejor. Fue el inicio.

–¿La Iglesia ha retrasado a la ciencia?

–Lo que ha retrasado la ciencia ha sido el que los filósofos importantes se emocionaran con las ideas de Aristóteles y no con las de Demócrito. Aristóteles fue un súper sabio, casi un Dios para mí, pero contribuyó al retraso en cuestiones científicas.

–¿Qué conecta el Año Darwin con el Año Internacional de la Astronomía?

–Salir al espacio ha permitido ver la energía que no pasa por el filtro terrestre, estudiar el Universo desde el Big Bang. Saber que tiene una edad de 11.700 millones de años; con un error del 1%, muy grande, 117 millones, más tiempo del que ha pasado desde que el hombre es hombre. Saber de lo que es capaz la materia, los elementos, nos lleva a Darwin, a su teoría, a las variaciones del ADN, a las mutaciones y a la adaptación de las especies. Conociendo el espacio podremos saber si la razón la tiene él o bien Arrhenius con su Panspermia.

–No ha viajado al espacio.

–Pero me he empapado de él, si se me permite la expresión. He visto más cosas que los astronautas, gracias a su información y a otra que ellos no tenían. Viajar al espacio ha sido un atractivo ancestral para el hombre, y el proyecto Apollo fue el primer paso. A lo mejor significa que venimos de él, y que necesitamos volver a él.