"No tenemos que pedir perdón por nada", señaló el portavoz de la cancillería china, Ma Zhaoxu, al ser preguntado por si el Gobierno del Partido Comunista de China (PCCh, en el poder desde 1949) tiene previsto disculparse con los familiares de los muertos.

Ma, parafraseando la versión oficial, justificó el "incidente político" en aras de "la apertura económica que ha cosechado grandes logros para China en su desarrollo económico y social, en el avance de la democracia y del marco legal".

Sería como aquel "es la economía, estúpido", de la campaña de 1992 del presidente de EEUU Bill Clinton, pero en versión china: "Enriquecerse es glorioso", una frase atribuida al líder Deng Xiaoping, considerado responsable último de la matanza, y una política con la que la memoria ha cedido a la economía.

"El gobierno dice siempre que sin la represión, no habría habido estabilidad estos veinte años", señala Zhang Xianling, de 69 años y que perdió al menor de sus tres hijos, de 17, en 1989. "Eso es un error. Sin la represión, no habría corrupción, ni la gran diferencia que hay hoy entre ricos y pobres".

Se calcula que 100 millones de chinos en las principales ciudades del país se manifestaron pacíficamente hace dos décadas pidiendo el fin de la corrupción, la inflación y el desempleo, y mayores libertades, democracia e incluso la dimisión de los líderes.

Parecía que el régimen iba a ceder en China, coincidiendo con la caída de otros gobiernos comunistas y del Muro de Berlín, pero no.

Europa impuso en 1989 un embargo de armas contra Pekín por la matanza, pero hoy Occidente presiona menos: "Es una lástima que muchas potencias democráticas cedan ante el gobierno chino, tal vez por cuestiones como la crisis", se queja Ding Zilin, (82 años) co-fundadora de Madres de Tiananmen.

La agrupación representa a 124 familiares y ha contrastado 195 muertos, pero creen que la cifra real son 2.000.

Mientras los politólogos tratan de encontrar una denominación acertada para el régimen de la tercera potencia económica -autoritarismo elástico, totalitarismo, autoritarismo consultivo, fragmentado, suave-, para Zhang está claro: "Es una dictadura, como durante las dinastías feudales".

Zhang, la otra fundadora de Madres de Tiananmen, rechaza asimilarlo a una tradición cultural china: "En España tienen un rey y no es incompatible con la democracia", dice. "Aquí el Partido gobierna en dictadura, censura, es como un Dios al que hay que obedecer. No es una democracia y no es una peculiaridad china".

Ni ella ni su hijo sabían lo que significaba la democracia en 1989, pero sabe que se perdió entonces una oportunidad, porque hoy "la gente tiene miedo y los jóvenes sólo quieren encontrar un trabajo".

El malestar ahora está en el campo y en las aldeas, con más de 80.000 protestas al año y una mayor conciencia sobre los derechos del ciudadano, y no en las ciudades, como hace veinte años.

"Hacen falta tres condiciones para que se repita Tiananmen", explica Andrew J. Nathan, catedrático de la Universidad de Columbia: un gran número de ciudadanos insatisfechos (por crisis o corrupción), un evento detonador (entonces fue la muerte del líder Hu Yaobang) y una división en el seno del liderato.

"Sí, es posible que haya otro Tiananmen, pero los líderes se están asegurando de que no se repitan estas condiciones", agrega.

Aparte de disidentes como Zhang y Ding, y otros ex líderes estudiantiles en el exilio, "el movimiento democrático y de derechos humanos en China es débil, sus activistas están encarcelados o se encuentran bajo una enorme presión", señala el catedrático.

"No es claro el tipo de democracia que clama el Partido, pero creo que sería un sistema que mantenga en el poder al partido gobernante", agrega, y sin sufragio para escoger al poder central.

En su estudio sobre el panorama político chino, Nathan distingue varios grupos ideológicos: los líderes actuales (Hu Jintao y Wen Jiabao) que abogan por elecciones sólo locales pero controladas, y con un poder judicial bajo el PCCh, como señala la Constitución.

Ni siquiera la siguiente generación, encabezada por Xi Jinping o Li Keqiang, se plantea el sufragio universal.

En cuanto a los intelectuales, existen varias tendencias como los "neoconsevadores" o "nueva izquierda", que abogan por sistemas estatistas y nacionalistas, por el "excepcionalismo chino".

Defienden el totalitarismo con ciertas libertades y legalidad, pero rechazan el sufragio por considerarlo "occidental" y "radical".

En cuanto a los liberales, líderes ancianos y ya retirados, tienen menos voz en el régimen porque critican la corrupción actual, claman libertad de expresión dentro del PCCh y elecciones en su seno para los puestos clave, pero casi nunca hablan de sufragio universal para que el pueblo elija al gobierno central.