De las 499.200 hectáreas que ocupan el archipiélago balear, 360.000 competen a Mallorca. En 2006 se necesitaron 2.926 fotografías aéreas para retratarlas, con vistas a poder actualizar una desfasada cartografía heredada de 1995. Once años de diferencia. Un tiempo "excesivo" sin mapear una isla donde no se ha dejado de construir ni un minuto. "Había pasado de todo", como confirma Francisco José Darder, jefe de producción cartográfica de los Serveis d´Informació Territorial de les Illes Balears (SITIBSA). Su empresa -responsable de la colección de mapas que a partir del próximo domingo entegará gratis DIARIO de MALLORCA- consumió dos años en corregir el anacronismo. A partir de ahora, la revisión será una tarea "mucho más ligera", se congratula. Buen conocedor de sa roqueta, este valenciano resume los pasos básicos necesarios para completar un mapa. Una tarea que la tecnología facilita, pero que no exime al hombre de un acurado trabajo de campo.

Fotografiar verticalmente desde las nubes es el primer paso para la construcción de una nueva carta. La cámara fotogramétrica -un millón de euros- bautiza una tanda de vuelos homónimos, despegados con una ruta bien trazada, ya cuadriculado el territorio. Lo que antaño se recogía en analógico (fotogramas de 23x23 centímetros), ahora se registra en digital. Un click cada seis segundos, una vez alcanzada la altura deseada, que variará en función de la escala convenida para el mapa. Las imágenes obtenidas, indispensable, deben solaparse con la anterior en un 60% de su contenido como mínimo. Factores como la posición del sol (generará más o menos sombras) o las restricciones del tráfico aéreo condicionan la sesión.

El puzzle de fotografías necesita unos puntos de apoyo -mínimo cuatro- para su correcta colocación respeto a su referente del mundo real. Ésto es, una serie de coordenadas, medidas por topografía tradicional o vía GPS, que organizarán con precisión el conjunto. Cada una de ellas, además, se ha tomado en unas condiciones distintas. El aire es poco estable, y la cámara, a pesar de bascular con el avión, se resiente de sus golpes o los cambios de altura. Previo a la reconstrucción planimétrica (dibujado del mapa), también es necesario corregir estas variaciones, perfectamente registradas durante el vuelo.

La rápida proyección de las fotografías -que gracias a su superficie solapada genera al ojo un estático efecto de 3-D- permite un primer dibujado de los elementos planimétricos (casas, calles...) y de la altimetría (curvas de nivel). Se localizan aquí carencias en las fotografías, pues las imágenes aéreas no captan toda la realidad. Es necesario resolver las faltas con trabajo de campo, que permitirá descubrir localizaciones ocultas, elementos no visibles o comprobar algunas distancias. De este proceso, que completa el anterior, sale el plano casi definitivo, a la espera de las postreras tareas de edición. Para finalizar, al mapa se le añaden informaciones -toponímica, divisiones administrativas, los signos convencionales...- y se colorea bajo unos estándares de pigmentación.