A grandes males, grandes remedios, o si no, soluciones originales. Nadie está dispuesto a renunciar a sus vacaciones por mucho que la crisis haya dejado sus bolsillos tiritando. Aunque muchos confían en estirar la paga extra y darse un pequeño capricho, la mayoría tira de imaginación. No hay playa caribeña pero sí una recóndita cala mallorquina. No hay un menú de cinco tenedores pero sí un delicioso y autóctono pa amb oli. ¿La mejor discoteca? La de casa, allí las copas salen mucho más baratas. DIARIO de MALLORCA recopila las mejores propuestas.

1. Para descansar

No hay nada mejor para desconectar que un baño de sol en la playa y un chapuzón refrescante en el mar. Aunque a muchos les gustaría perderse en una cala solitaria, "no hay dinero para gasolina", dice Joan Miquel Roig. Su solución, "transporte público". "Con el autobús puedo ir a Platja de Palma, a Illetes y a Can Pere Antoni. No son lugares como Es Trenc ni Cala Llombard, pero también están muy bien". Para aquellos que no quieran renunciar a la tranquilidad de las playas menos concurridas, es imprescindible llevarse la nevera. "Antes solíamos comer en el chiringuito pero ya no nos lo podemos permitir. Ya nos parecía caro antes, ¡imagina ahora! Por suerte, aún no hay que pagar por entrar en la playa", cuenta Lucia Ramis. Sandwiches caseros, bebidas de lata y fruta como postre es la alternativa barata.

2. Tiempo de ocio

El verano es, sin duda, una época propicia para recuperar viejos hábitos como la lectura, o para escuchar con atención ese disco abandonado en el cajón. Las editoriales aprovechan los meses de estío para sacar sus grandes títulos en versión bolsillo. No superan los quince euros y son ideales para llevarlos siempre encima. Los recomendados, El niño con el pijama de rayas, de Boyne, o El asombroso viaje de Pomponio Flato, de Eduardo Mendoza. Entre las novedades discográficas, lo último de Lenny Kravitz, It is time for a love revolution, ronda los 16 euros, y los clásicos recopilatorios, ideales para fiestas, no llegan a los veinte euros.

3. De marcha

"Yo nunca he renunciado al botellón, y no lo voy a dejar ahora", confiesa Matías Fernández. Jóvenes y no tan jóvenes se sorprenden noche tras noche por el alto precio de los cubatas. Así que la alternativa está clara. "O te quedas en casa o te llevas la petaca", indica Miriam Sánchez. "Con respeto y moderación, beber en la calle tiene su encanto", añade. Otros apuestan por regresar a los bares de siempre, los del barrio. "Ya he dejado de ir a macrodiscotecas donde tienes que pagar 12 euros para entrar, consumición aparte. Me parece un abuso. En un pub al lado de casa, me cobran las copas a cuatro euros", apunta Cristina García.

Otra propuesta ganadora y económica es participar en las fiestas de los pueblos, eventos completamente gratuitos donde la diversión está asegurada hasta altas horas de la noche. Sa Pobla oferta en julio su multitudinario Districte 54, Alaró triunfa en agosto con el festival de electrónica y los Moros y Cristianos de Pollença y las verbenas de Felanitx son también una buena alternativa. "Más allá del dinero que tengas, lo importante es el espíritu festivo. Mientras esté con los míos, el lugar es lo de menos". Filosofía de Damià Estelrich que muchos otros hacen también suya.