Los cipreses del jardín del claustro de Sant Domingo aceran sus puntas hacia el cielo. Son un avance en clave de epitafio de la misa de réquiem que sonará en pocos minutos en el interior. Lo solemne y lúgubre de la pieza de Giuseppe Verdi no tiene parangón con lo animoso del jardín, en cuyos aledaños los asistentes, bien ataviados, charlan con un deje de verano en sus palabras. La consellera de Cultura, Bàrbara Galmés, departe con la rectora de la Universitat de les Illes Balears, Montserrat Casas, con la consellera insular de Economía, Isabel Oliver, y con el alcalde de Pollença, Joan Cerdà. Se unen al corrillo el director insular de Cultura, Maties Garcias, y su homólogo en Patrimonio y concejal a su vez de Cultura del municipio, Biel Cerdà. La presencia socialista la completa Antoni Diéguez, portavoz del PSIB en el Parlament. Concha Oliver, la mujer del presidente Antich, está también entre los que esperan fuera. Su marido se encuentra en el Congreso Federal del partido.

El público va tomando posiciones. Las filas de en medio están reservadas a las autoridades. Entre los asistentes, se reconoce en un recodo del claustro a Leonor March, sobrina de la fallecida Carmen Delgado.

Las pruebas con la trompa marcan el diapasón de la espera, aireada a golpe de abanico y programas de mano. Entre los biombos, uno de los solistas se asoma para curiosear entre el público. Envuelto en un frac, como un instrumento en su funda, sale a oxigenarse antes de que sus pulmones inspiren y expiren como un acordeón.

Un piqueteo de pasos en la tarima de conciertos consigue el silencio del auditorio. Los que primero salen son los músicos de la Orquestra Simfònica, que se toman su tiempo para instalarse en sus puestos. Sonsoles Espinosa, la mujer de José Luis Rodríguez Zapatero, se retrasa. Y por fin sale junto a las voces de la Coral de la Universitat de les Illes Balears. Todos van de blanco y de negro a plazo fijo. La cónyuge presidencial se coloca a la izquierda, en segunda fila, para entonar a Verdi con sus compañeros a las órdenes de Nello Santi. Los periodistas son los únicos que la buscan con la mirada, el resto del público prefiere gozar de su voz, así como de la del resto de solistas.